Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de 2010

LA TENTACIÓN

Sabe que no es lo que se espera de ella. La mujer tiene la mirada perdida y el cuerpo todo ansioso y predispuesto. Se acerca tímida pero decididamente. Camina con la seguridad del cazador furtivo que tiene a la presa en la mira. Ya no hay tiempo ni excusas para dudar para desistir para el arrepentimiento. Sabe que no está bien visto. Tiene el alma embarcada y el corazón incorruptible. Digamos que el placer es su único horizonte. Entonces sin más se brinda entera, se entrega a la pasión, se funde en el deseo mismo. En puntas de pie, sigilosa pero firme, con una mano sutil pero intranquila se cuelga del dulce fruto como un animal desesperado y satisfecho. Como un ala cómplice el otro brazo hace equilibrio con el bolso de red de los mandados bamboleante. Cuando pasa por la morera que está junto a las vías.

RALITISHOU

La primera secuencia arranca desde el fondo. Desde los cinco asientos del fondo, del final del pasillo. Vamos a ponerle unos ocho/nueve segundos: lo que demore el protagonista en subir los tres escalones de la puerta de adelante y se pare detrás del hombre de camisa celeste. Ahí el colectivo vuelve a moverse pero nosotros lo detenemos: que se congele la imagen. Y ponemos ahora la vista desde adelante. Desde abajo de la inscripción de “El Detalle”, bien en el centro del marco superior del amplio parabrisas; ahí, entre los nombres de los hijos del colectivero -Milton y Joana-; encima del dibujo del Cristo de brazos abiertos y túnica inmaculada, cruzada por una banda roja, subrayado por el dato certero que hace saber que se está viajando en el coche treintisiete. Pero, claro, como no hay movimiento por unos segundos, es como si viéramos una foto que tiene en primer plano los ojos del colectivero enfocados hacia arriba y adelante -acordémonos que lo está mirando al otro por el espejo, ah

POBRES DE NOSOTROS

Y, ¿si en vez de llamarlos pobres les llamáramos monstruos? Digo, como para no herir susceptibilidades a la hora de que mis hermanos de clase media y mis primos de clase alta se alarmen con esto que estoy escribiendo sobre esto que está pasando. Digo, por todo eso de lo de la tintura, el cigarrillo infaltable, las zapatillas de marca y los teléfonos celulares de última generación que cualquier manifestante puede encerrar en su bolsillo mientras se queja en el noticiero porque no tiene un lugar propio donde vivir. ¿Y yo que me rompo el alma (por no decir culo que queda feo) laburando? ¿Yo que alquilo hace ya ocho años? Vos también, me animaría a decir. Y yo que tengo mi casa sin declarar todavía porque o como o declaro. Ah, claro, y también por lo de los mil hijos que cada uno tiene, motivo por el cual en la cola de un banco oí decir a alguien que es la fábrica de soldados para alimentar ese ejército de la ignorancia que permite a los del Poder manejarnos como quieren, etcétera, etcéter

POSESO

El optimismo no era una característica que definiera a aquella reunión. Después de intensos debates y ante la ausencia de una solución inmediata, el grupo se decidió, sin mucho convencimiento, por acometer aquella empresa inédita en la que ninguno de esos hombres en su fuero íntimo confiaba. -- Se trata de hacer la prueba, Dr. Mena. Si todavía no pudimos conseguir resolver esto a nuestra manera; si, como hemos comprobado ya, no alcanzan nuestras disciplinas para estos casos, hay que abandonar la firme tesitura de oponernos a estos métodos y resignarnos. -- Por mí, pueden hacer lo que quieran, profesor- dijo el médico alzando los hombros y dejándolos caer inmediatamente en su lugar- Ya todos conocen cuál es mi posición al respecto pero si no queda otra alternativa, que se haga entonces. 2 Hilario Fabbro había sido el último en llegar a la casona de la familia Redín, en las afueras de Granadero Baigorria, en el margen oeste de la autopista a Santa Fe. “¿Qué puede aportar un maestro de es

MASCULINO SINGULAR

Al Flaco Pissoti lo conocí cuando era piba. Vivía al lado de Paola, la gringuita que supo ser compañera mía en los asaltos, de chico. Linda era... no, el flaco Pissoti no. Paola era linda piba. Rubiecita -pero no de esas rubias palidonas, transparentes- mas bien trigueña… el pelo clarito y unos ojos de muñeca que ahora no me acuerdo si eran azules o verdes. Me vivía regalando boludeces... qué sé yo, ponéle un portarretrato, una tarjetita, no sé, un póster de Amigos son los amigos, me acuerdo. Te hablo de cuando éramos noviecitos o algo sí. Estábamos juntos sin que nadie lo confirmara del todo. Nada formal: si había un cumpleaños o un baile de la escuela, no hacía falta decir ni hacer nada: Paola bailaba conmigo. Con el tiempo hasta fue entrar juntos para que el turquito Abdala se retorciera de envidia y los pibes de la barra se sintieran orgullosos de mí. Pero la verdad es que no había gran beneficio, eh. Cuanto mucho era sentirla recostarse un poquito sobre el hombro durante un tema

LA DULCE ESPERA

Sintió un irrefrenable deseo de ver dibujada al menos una letra. Ni siquiera pedía ya encontrarse con una palabra que significase cualquier cosa. Le bastaba que sus ojos se posaran aliviados en cualquier partícula del alfabeto. Lo habían visto pasar más de una vez por los pasillos en penumbras, con una ansiedad que jugaba con su cara. Lo habían observado pasar como quien busca agua: la mirada alerta, escrutante. Había atravesado las baldosas con el ímpetu kamikaze de los bichos que se estrolan contra los fluorescentes, yendo hacia la luz de las oficinas deshabitadas a esa hora en la que los oficinistas suelen dormir. Cuando otra vez la silueta ambulante apareció detrás del ventanal, casi automáticamente, el hombre de guardapolvos blanco miró desde su mesa al mozo con cierta complicidad. De pronto, el caminante se hundía en las sombras y en el salón de café todo seguía como antes de cada incursión. En el camino de vuelta hacia la habitación transformó mecánicamente los números de las p

SEMBLANZA

(AL ABUELO GARY) De linaje itálico y etílico, fulbá temor de delanteros babiecas. De genética porfía en idílico mixturaje de sopena y lleca. Subido a camiones, palabras cruzadas, faldas, motos, sueños, tangos y mates, donde pisó, sembró la carcajada y cuestionó al mayor de los primates. Ocupado en birlar el acertijo de la vida se le gastó el paño. Tuvo dignidad, esposa e hijos y una descendencia por rebaño. Colocó su corazón a plazo fijo e invitó a la muerte a su cumpleaños.

EL CLUB DE LAS DE FLETCHER

Las manos en los bolsillos. La resignación obliga a Fletcher a hundir las manos en los bolsillos del gamulán. Piensa que lo hecho, hecho está. Que no se puede volver atrás. Luego cambia el sentido de sus pasos en la esquina. Como su pensamiento, desisten de andar a la deriva y retoman un rumbo fijo. Sabe que es tarde para arrepentirse aunque no ha cambiado de parecer ante el acto consumado. Entra a la taberna y comienza a leer las mesas simulando indiferencia. Robert está en la barra y al verlo alza la diestra desde el fondo del salón en penumbras. Se pone de pie y le señala con la mirada y la punta del mentón adónde van a ubicarse. Fletcher siente que sus manos están adheridas a lo profundo de los largos bolsillos. Robert ya está sentado junto a la ventana y entorna los ojos mientras enciende un cigarro. Fletcher separa la silla de la mesa con un solo guante de cuero negro que inmediatamente vuelve a guardar en el abrigo. Robert tiene intenciones de preguntarle a Fletcher cómo se encu

SONETO DEL QUE ESTÁ INTERNADO

Abulia del seso quieto, danza de pestes y grajeas. Juego simpático, este amuleto de lo que dejó la cefalea. Harto de su pito tocar y catalanear sin respeto, el devenir del internado es un tren que va repleto. El calvario del enfermo tiene de bacán, de preso, de turista. (con desaire de promesa que no viene) Cual beodo y olvidado artista, horizontal en el catre se mantiene. La calle, por la ventana, es el exorcista.

EL ADENTRO, EL AFUERA

(sobre fotos de Héctor Rio acerca de salidas transitorias en la cárcel de Rosario) Los antiguos muros de “La Redonda” abrazan otro mundo, acá nomás pero lejano, y constituyen una frontera tan infranqueable como metafórica entre el adentro y el afuera. Desde hace más de un siglo, la Unidad Penitenciaria Nº 3 está quieta en Zeballos y Riccheri. Hoy alberga unos 300 habitantes, en su mayoría pobres y menores de 25 años. No hace falta ser adivino para pensar en lo que le espera a quien entra. Detrás de las ventanas ciegas huele a kerosén de los calentadores, a mugre con creolina, a cortinas frágiles pero pesadas de la ranchada. Alrededor de un camastro de cemento, la eternidad se decora con una Eva imposible hecha póster, el escudo del campeón y, a veces, alguna foto de familia. En el patio, un Cristo (que también está preso) observa imparcial desde un paredón; la banda de sonido es el metálico coro de las trabas de los portones del pabellón, el tintinear de los manojos de las llaves siem

LOS NUEVOS CLUBES DE ANTES

Un club de barrio puede funcionar en cualquier parte. Escondido detrás de un supermercado chino, en una esquina cualquiera, en un descampado o en instalaciones robadas al olvido. Con cierto recupero económico y algo de reivindicación del regreso a las fuentes -superada la crisis del 2001-, supieron aflorar los rescates de esos espacios barriales: especie de cápsulas del tiempo que nunca terminan de adaparse al presente pero que siempre están ahí. Anclados en otro tiempo, representan un poco "el dolor de ya no ser" pero también la posibilidad de un camino de regreso a eso no se sabe muy bien qué es, pero llama. Un reclamo desde el fondo de nuestra historia chica a la que queremos explorar sin sacar el pie del ahora. Esa coherente mezcla, en justa proporción de nostalgia y esperanza, hoy permite construir sobre lo que quedó de épocas gloriosas, un lugar para la recreación y la reunión con los signos de estos tiempos. Colonia de vacaciones, eventos y espectáculos, actividades cu

EL VERANO DE BRITOS

1 Va a estar volcando la yerba al borde del comienzo del tronco de un árbol. Antonio Britos, trabajador irremediable, saldrá de vacaciones un lunes de enero y, por las más diversas acotaciones en el presupuesto veraniego, se dispondrá a un retiro liviano pero pleno en el abandonado camping municipal “El Indio” de Timbúes. Ahí va a estar, volcando un poco de yerba para rehacer el mate, cuando se produzca el encuentro. A ese sitio despoblado habrá de llegar por la mañana, rondando las diez de un día caluroso pero apacible. Su sorpresa empatará con la de su mujer al asimilar que habrán dado con un solar semiabandonado y, lejos de enojarse, ambos se contentarán de tener a su disposición mesas, parrillero, duchas y el Carcarañá siempre iracundo, remolinando su lomo pardo y fugitivo en círculos espiralados. Britos, con esa costumbre solitaria del mate en la sobremesa, verá caer la yerba húmeda y se sentirá acosado por una especie de pesada mirada inexistente que no será otra cosa que la inme

CRÍMENES PERFECTOS

“Me dice muy poco un título: Llevamos cien homicidios en el año. ¿Qué cien homicidios? ¿Entre familiares, ajustes de cuentas, robos? ¿Homicidio entre borrachos, por cuestiones pasionales? Las prevenciones son distintas. La forma de prevención tiene que ser específica. No tenemos perfil de víctimas. No tenemos perfil de victimarios”, dice, vehemente, Eugenio Zaffaroni. Siempre es grato escucharlo. El juez de la Suprema Corte de Justicia desmitifica permanentemente la solemnidad del usía ortodoxo y mandón que nunca se baja del enorme y lustroso estrado. A mediados de octubre, estuvo unas horas en Rosario. Vino a hablar de "Los medios de comunicación y la criminalización de la pobreza”, y lo hizo categóricamente durante más de una hora. Claro que no todos los diarios (porque las cámaras de televisión hicieron un vuelo rasante por el auditorio) abordaron la visita del juez a partir del tópico que lo convocó. Aquí –un extracto de la nota publicada en la revista Rosario Express que est

EL COLECTIVERO

En la especie anda el rumor de que fueron desplazados. Que progresiva o abruptamente el mapa de los grandes jinetes urbanos se fue desdibujando. Y los pocos sobrevivientes asumen su condición: como todo, (los cines, los clubes, los bolichos, las tribunas, las ropas, la cocina) también el trono del piloto colectivo sucumbió a la terrible invasión. La globalización, el progreso o un agujero negro en la media de la humanidad. Algo promovió el ingreso inevitable al gran volante de mortales del montón. La veteranía se cruza en las esquinas –o se pone a la par en los semáforos– para intercambiar mustias miradas de resignación. Aquellos que supieron lo que era estoicamente lucir camisas reglamentarias de un celeste horrible, se consuelan mutuamente exhibiendo en las pupilas de la pena, el color. Pelilargos desentrazados; ex larga distancia, camioneros urbanizados; arquitectos sin vocación ni trabajo; hijos de empresarios, adolescentes acomodados, pescadores y herreros con contactos; comerci

EL TAXISTA

Centauro aurinegro pez del asfalto, de la vida. Regresante, retornador, hombre de vuelta con rictus de sapiencia. Tiene en los hombros la escuela de los días. Su historia es la que buscan contar los narradores desargumentados. Conoce la ciudad como la palma de su mano. Tiene registro exacto de burdeles e iglesias, Ubica sin esfuerzos teatros y cocherías. Hospitales, hipermercados, bibliotecas, garitos u oficinas. Manojo de desencantos que maneja triunfal con los ojos puestos un paso atrás del horizonte. El retrovisor es un adorno que remite al atrás, una anécdota prescindible que mira al pasajero. Un molesto puente visual que quema, incomoda. El retrovisor es la confirmación de lo inevitable. Un espejo cruel que además del asiento del cliente enseña que ya no existe el exitoso comercio que alguna vez fue de su propiedad. Pudo ser jugador de fútbol profesional, cantante melódico, vendedor de portaviones. Ahora le toca la selva donde la música es la puteada y la radio pesimista lo am

REDISTRIBUCIÓN DE LA POBREZA

1 Las estadísticas de todo el mundo miden la pobreza, la indigencia y las carencias pero no la holgura económica, el confort, lo que sobra. Los censos informan cuántas personas somos, cuántos varones y cuántas mujeres, cuántos ancianos y cuántos aborígenes. Nunca cuántos ricos. Cuando se habla de la Rosario que no se muestra generalmente, como una revelación que desbarata al progreso aparente, se hace referencia a toda esa población que malvive (muy) afuera del microcentro, en lo que la pulcritud de los cómputos llama “periferia” y la esterilidad literaria prefiere decirle “suburbio”. Pero, ¿es necesario salir de las cinco o seis cuadras centrales de la ciudad para encontrar las ciudades que somos? Al contrario, es ahí donde conviven asombrosamente los extremos dependientes, las necesarias diferencias, el equilibrio perfecto que hace que todos los días el sol salga desde atrás del Monumento a la Bandera y se ponga más allá de Plaza Pringles. 2 Cierta vez estuve de paso en un lujoso pi