Ir al contenido principal

ANTIGÜEDAD




En las pupilas se refleja el baile burlón del fuego eterno.
Es cierto que son inofensivas, pequeñas réplicas del elemento cadencioso y ardiente, pero para el caso es lo mismo: sirven igual estas ardorosas miniaturas que esta noche lo iluminan.

Del ritual es apenas un segundo.
El hombre que hasta el momento no evidenciaba ninguna fisura en su comportamiento, nada de embriaguez ni efusividad alguna, de repente –ahí, espejando el fuego en sus ojos– siente que es todos los hombres, que el peso de la humanidad le tira cada vez menos sutilmente los hombros para abajo, que es raro pero real estarse viendo a sí mismo pero para adentro, sin rostro ni señas particulares.

Si bien algunas botellas descansan vacías ya en paz en un rincón del patio, lo sabe: esto nada tiene que ver con aquello del alcohol y los festejos.

Está, de pronto, quieto en la cornisa del tiempo. Se busca en el fuego minúsculo pero también percibe con el rabo del alma su alrededor paralizado, la algarabía en stand by, la euforia del festejo resumida en una foto.

Si alguien se ocupara de estudiarlo podría (sin demasiado esfuerzo) advertir cómo su mirada grita esa triste comprensión poco usual de sentirse una partícula dolorosamente insignificante de algo inexplicable.
Si él mismo pudiera verse la cara como mira ahora ese pequeño resplandor sobre sus mejillas, si tuviera la oportunidad de escrutar el propio rostro que todos le conocen, el que a veces lo interpela cuando se afeita, se peina o se sube a un ascensor... vería, sin dudas, los rasgos inconfundibles de su propia desorientación.

Ha pasado un segundo.
Se sorprende dueño del tiempo: piensa que dispuso lo suficiente para ensayar lo deseado, repetir la rutina con la perfección de un reloj.
Entonces pensará de golpe que es hora de seguir adelante y como si fuera un semidiós que maneja los hilos de la fiesta a su antojo, se vuelve a sentir feliz: ve detrás de los diminutos flameares anaranjados el horizonte, lejano horizonte, y decide que todos a su alrededor retomen el ritmo habitual.

Que todos súbitamente entren en la oscuridad con él cuando sople la justa cantidad de velitas que señalan su nueva edad.

Comentarios

Entradas populares de este blog

EL CORAZÓN EN LOS PUÑOS

Escribe: Joaquín Castellanos Fotos: Leonardo Vincenti “El boxeo es una actividad cruel. Es arriesgar tu vida cuando subís a un ring si no estás bien físicamente. Pero es también un elemento que te puede marcar. Porque el boxeo, en definitiva, es caerse, levantarse, presentar lucha, esquivar.  Cosas que hacés en la vida. Mecanismos defensivos para afrontar un problema”. Detrás de un pocillo de café, Néstor Giuria ensaya una definición del deporte que alguna vez fuera uno de los más populares del país y, a su vez, siempre cuestionado por los que ven en la disciplina solamente un acto de violencia. El hombre sabe de lo que habla. Su carrera periodística se ató al ring para siempre desde que un día, trabajando para el diario Crónica, lo mandaron al Luna Park. Más tarde, ya radicado en Rosario, desde 1977 fue el relator de las peleas por Canal 5 durante 18 años. Es palabra autorizada para abrir la puerta a aquella y esta reciente historia del box como una actividad que suf

PREHISTORIA DE "EL PULGA" Y "EL FIDEO"

El abrazo que se repite entre Messi y Di María es una postal de goles argentinos importantes pero además representa el triunfo de dos chicos de barrio. Dos historias de vida que resumen "el sueño (cumplido) del pibe" que en los arrabales argentinos nunca se deja de soñar. Como en la final de los juegos olímpicos de Beijing 2008, Messi y Di María -dos pibes humildes, de barrio- dejaron su marca en otro pasaje trascendental de la Selección. El festejo no es solo por el gol. Otra vez, de los pies de un  leproso  empedernido y un  canalla  irreversible llegó el grito aliciente de un país que se paraliza para despistar su destino atendiendo con pasión los devenires de la Selección nacional de fútbol en el Mundial. A dos minutos de los penales, la SRL (Sociedad de Rosarinidad Liberada) ejerce de oficio y como en 2008, para obtener el oro del fútbol juvenil en Beijing, irrumpe con la explosión y el inigualable control de pelota del nieto de la almacenera del barrio La Bajad

HABÍA UNA VEZ UNA HORMIGA

Escribe: Joaquín Castellanos Fotos: Leonardo Vincenti Una nena y un perro en la vereda. Los libros se escapan por la ventana. Una casa de antes, con las aberturas y el techo altos. Las inscripciones deliberadas en la fachada se confunden con las marcas clandestinas en aerosol. Un cartel en la puerta dice “Biblioteca Popular Pocho Lepratti. Fundada el 18-10-2002”. La silueta del militante social alado sobre ruedas y, por supuesto, hormigas: gigantes, obreras, obstinadas; muchas hormigas  caminando por las paredes.             María de los Ángeles mira hacia adentro. “¿No sabe si hay alguien?”, interroga la nena. Tiene ocho años, y recibir una pregunta como respuesta la pone en guardia: advierte que su abuela le dijo “que no hable con extraños”. El perro mira silencioso y antes que nadie escucha los pasos que llegan desde el interior. Un hombre de anteojos saluda e invita a pasar. Se llama Carlos Núñez, es el presidente de la institución y ofic