Perdí las llaves y la fe en este barrio dopado de deseo y besos menthoplús takleado por la sombra de un recuerdo garabato en un cuaderno otra que cambio de luk Tanto ir a la deriva como un trueno semáforo sin freno ni virtud resplandor amarillo en calzoncillos sentado frente al telefulbo perdida para siempre juventud Soldado desertor sin otra guerra que el culo del invierno como iglú a la noche le empañé las lentejuelas con un final de miga entre las muelas y el alma hecha pus El zurdo tic tac que carraspea burdo compás de notas al tun tun en el retrovisor siempre fantasea un tango en internet que parpadea por el quinto fernet con dejà vu Quién te ha visto y quién te viera esclavo del profesional de la salud con zapping del sillón a la catrera se mata de vergüenza la primavera en el salto de la soda hasta el vermú Divorcio frugal mentira y truco pelusa en el pupo soplete y caracú la melancolía por las venas horas vacías las bolas llenas y el alma hec
En cuanto al destino, él sabe que no hay apuro. Siempre es ahora y hay que hundir la mano en el largo bolsillo para encontrar las monedas si es que existen y arrancar sin apuro hasta el kiosko de ventana. El envase, es sabido, tiene impresa en algún lugar la fecha de vencimiento pero siempre es mejor esquivarla y que sea sorpresa. La idea es acomodarse de cara al sol, con la pera apuntando a Neptuno y la imaginación desparramada. Cada quien decide lo que dura ese recreo. Se trata de dejarse ser sin agenda ni convenciones: transcurrir como si vivir fuera soplar (pero al revés) y ser botella.