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TRAS SU MANTO DE NEBLINAS


Foto de revista de la época durante el "triunfalismo" mediático en plena guerra   

Escribe: 
Joaquín Castellanos
Fotos: 
Sebastián Granata

“Los Veteranos de Malvinas tenemos como 120 años”, insinúa Rubén Rada, dirigente de los Ex Soldados Combatientes. Y busca hacer pie en una teoría más de las sensaciones que de la aritmética: “Fuimos a la guerra a los 18, y cuando volvimos creo que ya teníamos como 60 años… Todos estamos cumpliendo 50, muchos ya son abuelos. En cada cumpleaños, la frase sale sola: estamos regalados. Estar bien tiene que ver con el entorno, tu compañera, la familia. Pero hay muchos que se quedaron en el camino y a eso no lo podemos olvidar”, explica.
Se estima que alrededor de 10 mil conscriptos y unos 5 mil soldados profesionales participaron de la guerra. En el choque militar con Gran Bretaña murieron 649 argentinos (323 en el hundimiento del crucero General Belgrano y 326 en el archipiélago). Pero hay otro tipo de bajas: casi 500 de los que regresaron se quitaron la vida.
            Según datos del Centro de Ex Soldados Combatientes local de Ayacucho casi Zeballos, en la provincia hay 1.080 veteranos de Malvinas, de los cuales 181 son de la zona de Rosario.          
- Es la conmemoración del número redondo: 30 años. ¿Esto difiere en algo de otros aniversarios? ¿Qué le genera ver que ha pasado tanto tiempo?
- Pienso que qué bárbaro que la podamos contar. Quizá nunca imaginamos que íbamos a llegar. Ya en las islas, no sabíamos si íbamos a volver. Somos 14.600, y hay 14.600  historias. 

Rubén Rada
INOCENCIA INTERRUMPIDA
“Cuando me fui (a Malvinas) estaba contento porque era un inconciente. Pensaba en subir a un avión, en ver la nieve. Tenía 19 años, ¿cómo no iba a ir? A mí ni se me cruzaba por la cabeza que iba a haber una guerra.”, rememora Rada.
La mañana del 2 de abril de 1982, su madre fue quien lo trajo del sueño con dos  noticias: las Fuerzas Armadas habían invadido Malvinas y en la puerta de su casa de Villa La Lata lo estaba esperando un camión del Ejército.
“Hoy me pasa, y creo que nos pasa a todos nosotros. Vos ves a tu pibe que tiene 18 años, que se lleva por delante las ventanas… y decís: ¡yo a esa edad tenía un casco y un fusil! ¡Qué locura! Entonces, de estar en la Plaza Italia con una novia (que es adonde tenía que estar), terminé en un pozo mirando el horizonte, preguntándome qué carajo estaba haciendo ahí. A la edad en que teníamos que conocer la vida, nos llevaron a conocer la muerte”. 


TRES SOLDADOS
Néstor Omar Debenedetto, Claudino “Chino” Chamorro y Enrique Rubén Córdoba, fueron colimbas en 1982. Treinta años después son Secretario General, Vocal y Tesorero, respectivamente, del Centro de Ex Soldados Combatientes. Sus historias particulares en Malvinas son la memoria misma de la guerra. 
En primera persona. 

Néstor Omar Debenedetto
2 DE ABRIL DE 1982
No tenía ni idea adónde estaba.
El azar, que lo había llevado a ser enfermero, también lo llevó a la guerra.
“Pasé de estar jugando a la pelota en el campito de la esquina de mi casa, a ser  ayudante de instrumentista en Malvinas”.
Hacía ya cuatro meses desde que Omar había escuchado el sorteo para la colimba entre los amigos del barrio, en la casa de un primo. Todos se salvaron menos él.
“Nos quedamos sin arquero”, dijeron los otros. Le tocó el 996. Inatajable.
Fue al Batallón 121, lo revisaron, lo subieron al tren, se bajó y lo raparon.    
Le tocó el Centro de Instrucción y Formación de Infantes de Marina pero pasó un Cabo preguntando quién sabía de sanidad. “Yo”, dijo. En realidad, no sabía ni dónde se vendían las jeringas. Tenía 18 años y le habían dicho que había que ser un poco caradura para no pasarla tan mal. Pero un poco, nomás.
Lo mandaron al hospital naval Río Santiago, en Ensenada. Por lo menos no iba a estar “bailando” vestido de verde en el pasto, pensó.
Tomó un curso de auxiliar de enfermería. Se recibió y trabajó hasta que un viernes,  un compañero le propuso cambiar la Guardia porque se casaba la hermana. Ese día hubo toque de queda. Se hablaba de un operativo de sanidad, un simulacro de rescate.
Lo subieron a un buque, y llegando a la costa de las islas le avisaron que estaban en la guerra.
           Cumplió funciones en el Hospital Militar de Malvinas donde fue enfermero, haciendo traslados con el buque Irizar al continente.

Rubén Enrique Córdoba
2 DE MAYO DE 1982
El día que hundieron al crucero General Belgrano, Rubén estaba a bordo de una de las naves custodias: el destructor Bouchard.
Había tomado la guardia en el momento del impacto del primer torpedo. No sabían qué pasaba, pero desde su posición habían visto una señal de luces de emergencia. Después, hubo otro impacto que sentenció el hundimiento. Pero también existió un tercer disparo del submarino inglés Conqueror.
“El torpedo pasó de largo y nos pegó a nosotros”, cuenta. Pero el Bouchard tenía doble coraza.
Entonces se desató una gran tormenta y se tuvieron que marchar sin saber qué pasaba con sus compañeros. Todos los que estaban en la primera torre tuvieron que salir porque entraba agua salada helada, por abajo. No pudieron dejar de pensar en los que  estarían en las balsas.
            Recién al día siguiente volverían a la zona. Encontraron una balsa, pero venía vacía. Un avión de reconocimiento los guió en la búsqueda para el rescate. Fueron cuatro días intensos en los que debió hacer de enfermero porque la situación desbordó lo planeado. Atendió a compañeros empetrolados, quemados en carne viva pero que no sentían nada porque estaban congelados.
“La experiencia la hicimos ahí. Todo lo tuvimos que aprender. Se improvisó todo. Cuando volvimos del rescate, se revisó el buque y nuestras balsas no funcionaban: estaban vencidas”.
Ni siquiera habían jurado la bandera, por lo que en algún momento, en altamar, se organizó una jura simbólica.
“No hubo coordinación de nada. Cada fuerza hizo su guerra”.
En el aturdimiento de tanto mar y guerra, ya nadie sabía cuántos días habían pasado desde el hundimiento. De pronto, todo había terminado. O empezaba, según como se lo mire. Volver fue muy triste.
“Fuimos los últimos en llegar. Nadie nos esperaba, ni siquiera los jefes de las bases”, dice.
La Patagonia estaba más desolada que nunca. Y el espacio vacío del crucero General Belgrano era muy, muy grande.

Claudino Chamorro

14 DE JUNIO DE 1982
Hacía tres días, la revista Gente había publicado una foto central a doble página con la visita del Papa Juan Pablo II a la Casa Rosada: Galtieri inclinado, besando el anillo pontificio. Lejos de ese retrato, se cocinaba en las trincheras el combate final. La noche del 13 empezó la febril pulseada, y recién después de las 10 de la mañana las balas se callaron.
Claudino fue de los primeros en enterarse de la rendición. Estaba apostado en Monte Williams, detrás de Monte Tumbledown.
Correntino de nacimiento, rosarino por adopción –criado en el barrio República de la Sexta, había hecho el servicio militar en el Batallón de Infantería de Marina N° 5, en Río Grande, Tierra del Fuego. Estaba a 30 minutos en avión de las islas. También fue uno de los primeros en llegar.
Un 27 de marzo llegó la orden de ir a cuidar la frontera y el mar en el Cabo Santo Domingo. “Nosotros ni sabíamos lo que pasaba. Pensábamos que el tema era con Chile”.
Cinco días después, le informaron que se habían recuperado las Malvinas.
“Lo tomamos con mucha alegría. Porque nuestras maestras de la escuela primaria nos enseñaron que ese pequeño territorio nos pertenecía desde siempre”, explica.
            Pero ese no fue el único orgullo que sintió en el Sur.
            “Yo siempre dije que el batallón al que pertenecí estuvo bien preparado. Teníamos un comandante que quería a su gente y que nos entrenó bien. Está en los libros: fuimos los que combatimos hasta el final y los que más bajas les provocamos a los ingleses.”
            Cuando se inició el conflicto, tenía ocho meses de servicio militar. Finalizada  la guerra se tuvo que quedar cuatro meses más para completar la conscripción.









La guerra contra los ingleses duró 75 días. Pero otro frente de batalla se abrió inmediatamente y para siempre: el de la búsqueda de la reivindicación, del reconocimiento de los héroes que se quedaron y de los derechos de los que volvieron. 




(Extracto de la nota "Las guerras de Malvinas", del número 90 de la revista Rosario Express,
correspondiente a abril 2012)

Comentarios

  1. Excelente información. El mi trabajo contamos con muchos excombatientes. Cada uno tiene su historia reservada.. , cada uno vivió una crisis dura en estos tiempos... , cada uno en su interior guarda el secreto que solo como dicen ellos, "otros " combatientes pueden entender

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    1. Fabio: gracias por comentar. Perdón por la demora pero por un inconveniente técnico ya resuelto, no podía responder los comentarios. Un abrazo.

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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