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FUMANDO ESPERO


La posibilidad de que este año se sancione la ley que despenalice el consumo de  marihuana, plantea un nuevo capítulo en los cambios sustanciales a las normas a partir de reclamos populares basados en los derechos individuales. En el marco del debate, más allá de la exaltación de presuntos beneficios y desventajas, asoma la hipocresía como último obstáculo. 

Escribe: Joaquín Castellanos
Fotos: Sebastián Granata



Los manifestantes más relajados de la historia de la Plaza San Martín subrayaban con su presencia la base de la estatua ecuestre del Libertador. Muchos otros estaban desparramados en el césped, sentados (la mayoría), carentes de la tensión habitual que impera en los reclamos en éste y otros espacios públicos.
El sábado 5 de mayo la versión local de la Marcha Mundial Marihuana (3M) juntó a unas 6 mil almas en Rosario -sumadas al clamor de unas 60 mil personas en 16 ciudades de todo el país- bajo la consigna “¡Despenalización ya! No más presos por plantar”, con la premisa de exigir el tratamiento urgente de los más de siete proyectos para reformar la actual Ley de Drogas. Una costumbre que cumplió diez años desde el día en que Rosario se inscribió como la primera ciudad del país en adherir a esta manifestación mundial.
“El objetivo es realizar un reclamo en conjunto que evidencie la cantidad de personas que exigen normalizar la situación legal de la planta de cannabis y terminar con la criminalización, estigmatización y persecución de sus usuarios y cultivadores”, rezaban los diarios.
Pero, pese al numeroso apoyo a la causa, hay gente que cree que la marcha es apenas una parte visible de los consumidores de marihuana. 

DETRÁS DEL HUMO
“Ayer almorcé con mamá y su hermana. Las dejé durmiendo la siesta y me fui con un par de porros a la plaza San Martín donde se manifestaban por la despenalización del consumo de la hierba. Los manifestantes de ayer eran todos los estudiantes de izquierda que se suelen reunir en el hall de entrada de Humanidades -grupo al que todos toman por trasnochado, como mínimo. No había nadie que diera el tipo del Jockey Club, donde puedo probar que se fuma a raudales. Je Je qué caretas ¿no?”.
La reflexión apareció apenas como un comentario en Facebook. Pero representa una porción importante en la discusión en la que, además de adherentes y detractores, hay un terreno amplio ocupado por el silencio de profesionales, padres de familia y buenos vecinos que fuman marihuana a escondidas y, por guardar las formas, no se meten en el debate.

El escritor Horacio de Zuasnabar –autor del comentario en la red social- habla con propiedad: tiene 59 años y fuma desde los 27. Hace poco se jubiló como profesor.
“A mis alumnos nunca les reconocí haber probado drogas. Ahora ya me he retirado y no me importa. Yo les decía que lo fundamental era no tener dependencia. No sólo a una droga. Ni a la mujer, ni al trabajo, ni a un deporte. A  nada. Ser independiente, autorreferencial. Tomar lo que se considera moralmente bueno, sea o no aprobado por la sociedad”.
Lleva un apellido de peso: su abuelo fue el ideólogo, organizador y director del hospital de Niños “Víctor J.  Vilela”, el doctor Melchor Horacio de Zuasnabar (1888-1966), pionero de la medicina pública argentina injustamente olvidado por la posteridad.
“De mi abuelo tengo sangre y espíritu”, dice. Y no demora en exponer los valores familiares en relación con el debate alrededor del derecho a decidir por sí mismo. “La penalización del consumo es como atacar a alguien por comer dulce de leche –señala el literato-; para mí, fumar marihuana  es algo normal. Y yo en el campo de las decisiones personales tengo una amplia experiencia: tanto mi abuelo como mi padre se suicidaron. Tenemos mucho aprecio por el librepensamiento y la libre decisión. Yo conmigo hago lo que yo quiero: ni un milico ni un demócrata, ante todo estoy yo”.
Como nieto, acaso haya heredado también, a su modo, parte de esa falta de reconocimiento: amigo de Fernando Savater, publicó diez libros entre novelas y poesía, entre otros, –alguno finalista del Premio Anagrama de Ensayo (Barcelona, 1990), distinguido por las Academias de Letras Españolas.
Pero en su ciudad natal ni siquiera fue aceptado para participar en el Festival Internacional de Poesía de Rosario.
“Tal vez porque fumo marihuana”, dice, socarrón.

PROHIBIDO PROHIBIR
“Yo voy a un retiro espiritual fuera de la provincia con matrimonios amigos y hay seminaristas, curas que se sientan en el borde del arroyo, se encienden un porro y se ponen a leer la Biblia”, sostiene Zuasnabar y hace una aclaración: “no es por tomármelas en especial con los curas (casta que no va conmigo que soy muy crisitiano  pero no soy partidario del Vaticano) pero una muestra nomás de esa hipocresía es que los mismos que se la pasan diciendo que la marihuana es algo maldito, luego la fuman. Es que es algo que sucede acá mismo. En el country del Jockey Club, por ejemplo, conozco gente que juega al golf y después se prende un porro. Pero no porque la hipocresía sea rosarina. Es universal. La hipocresía es una condición humana. Y en esto es una cuestión cultural”.

_ ¿Qué es lo que le falta a la marcha?
_ La marcha es una obligación para concientizar al Gobierno. A la gente no, porque se sabe quién fuma, quién está de acuerdo y quién no. Todavía no hay gente bian en la plaza. No vi a nadie más con un Levi’s. Y eso confunde porque los que consumen son mucho más que los pibes del pasillo de Humanidades y Arte o los de la moda rastafari. Pero, en general, tal vez esas personas se acobarden por motivos reales o imaginarios… Sigue faltando representación de todas las capas etáreas y sociales en el reclamo. Es una contradicción que haya gente grande que no salga a defender algo que han hecho toda la vida mucho más que los chicos… El país está todavía un poquito atrasado con respecto a otros lugares del mundo pero creo que va muy bien… yo viví en España la misma situación que se vive hoy acá. Yo llegué después de la muerte de (Francisco)  Franco, cuando se empezaba a liberar el uso de la marihuana. Y el gran problema era que se despenalizó el uso pero se perseguía el tráfico. Una gran contradicción: podés fumar pero no tenés cómo comprarla. Pero la idea de la plantita sería fenomenal, algo que haría que todo fuera tomado normalmente.
_ ¿Usted tiene su propia planta?
_ No, ya no. He tenido. Era preciosa pero tiene que ser hembra, no macho. Y la mía  era macho así que no me sirvió para nada… Era la primera vez que experimentaba. Pero lo volveré a hacer si la Ley y Dios me lo permiten porque detesto el ambiente de la droga. Eso es deplorable…
_ El ámbito es producto de la prohibición. ¿Le parece que la legalización  cambiaría las cosas para bien?
_ Por supuesto, todo sería muy distinto. No es lo mismo un tipo que ilegalmente en la puerta de un colegio la está mostrando como un caramelo, a una persona ya formada en la existencia de la marihuana que se le explica: mirá esta cantidad sería normal, etcétera… y cuando decida con 20 años o tal vez nunca (porque hay gente que no ha probado bebidas con alcohol y no tiene por qué hacerlo) tome la decisión propia y sabiendo qué consecuencias va a tener.
_ La preparación cultural de cada persona condicionaría que haya distintas lecturas de legalización. No será lo mismo para alguien formado que para quien no lo esté. ¿Cree que habría que tener en cuenta el mal uso de la marihuana y los riesgos que eso implicaría?
_ Lo malo, más allá de la sustancia, creo que es tener una adicción. Eso es lo malo con o sin ley. Se habla de que pueda conducir al consumo de cocaína y otras cosas nocivas –“la puerta de entrada”, dicen- pero hay que decir que hay tanta gente en el mundo que ha probado marihuana y no ha probado otra cosa… Yo sólo he probado marihuana y como bueno, puedo decir, es un paliativo para gente que está en estado terminal y similares. La marihuana quita dolores. Y si tengo que compararla con algún psicofármaco que también he tomado y me quedo con un buen pucho de marihuana.


EN EL MARCO DE LA LEY
La tenencia para consumo está penada por la ley de estupefacientes 23.737. Lo que existe es la jurisprudencia a partir de que en 2009 un fallo de la Corte Suprema de la Nación declarara inconstitucional la penalización del uso personal. Actualmente hay en el Congreso de la Nación diez propuestas que buscan hacer modificaciones a la norma para darle marco legal al consumo.
De ese cúmulo de iniciativas, se destacan la de la diputada de Libres del Sur, Victoria Donda y la presentada en marzo por el senador kirchnerista Aníbal Fernández. Ambas persiguen dar prioridad a los derechos individuales y dar fin a la penalización del consumo personal.
El tema podría ser tratado este año siempre y cuando se llegue a un punto común entre los legisladores autores de los diferentes proyectos.
La esperanza de que prospere el debate hacia dentro de ambas Cámaras radica en el arduo y plausible recorrido de maduración legislativa que ha demostrado el Congreso en los últimos años. Basta mencionar la vigencia de normas sobre el matrimonio igualitario, muerte digna, identidad de género y la reforma del Código Civil para esperar tranquilos.


ENCUESTA AL PASO
Algunos días después de la marcha, tuvo lugar una caza furtiva de opiniones -en plena calle, fuera de contexto y por asalto- sobre el tema.
El muestreo instantáneo consistió en pararse en una esquina céntrica a preguntar a un puñado de transeúntes al respecto.

¿QUÉ PIENSA DE UNA POSIBLE DESPENALIZACIÓN 
DEL CONSUMO DE MARIHUANA?



“Me parece bien. Porque nadie obliga a nadie a nada y cada uno es dueño de hacer lo que quiere. Te digo más, de mi parte no lo veo bien pero ¿por qué voy a oponerme a que otro que lo quiere hacer lo haga? No estoy en contra porque no creo que sea algo agresivo e incluso dicen que hasta es terapéutico” 
Ama de casa - 46 años

“Estoy en contra. Porque afecta el sistema nervioso central por ende creo que puede llegar a ser perjudicial para la salud”
Licenciado en Ciencias Políticas - 34 años


“Espantoso. Porque los chicos tendrían más posibilidades de consumir. Se puede pensar que como es legal, es normal. Y eso no es así. Yo tomo Rivotril hace 30 años y sé que lo que tomo es adictivo. Y hablo con conocimiento porque estuve en España y vi cosas terribles…”
Jubilada. Ex empresaria - 64

“Me parece pésimo porque sería más descontrol en las calles”. 
Empleada – 37 años

“Es una locura. Si el Estado no controla la droga va a llegar más rápido a los chicos… y ya estamos invadidos por esa porquería. Tengo tres hijos varones que por suerte ya son grandes y no están en la droga. Pero conozco gente que está”
Empresario de la construcción – 66 años


“Bien. Bien. Si la fuma todo el mundo a escondidas creo que se tendría que despenalizar. Además creo que es menos pernicioso que tomar dos cafés negros fuertes. Jamás tomé nada, pero no me opongo a que otros lo hagan. No me molesta porque todos mis amigos fuman marihuana. A mi edad, sigo jugando al polo y te puedo decir que el petisero se fuma un porro a la par del patrón. ¿Y qué les vas a decir? Y después ves a los gendarmes boludeando por dos cigarrillos de marihuana… hay gente que tiene miedo por el tema de la seguridad pero hay que decirles que el porro te tranquiliza, no es cocaína”.
Dueño de campo – 65 años

“Me parece que está bien y sobre todo para combatir al narcotráfico. Da un marco más de transparencia a todo lo que es la problemática de la droga. Particularmente la marihuana que afecta mucho menos al organismo que muchas drogas legales que sí tienen efectos dañinos y no ofrecen ningún beneficio”.
Estudiante de Filosofía – 25 años


“No hay que fumar. Yo odio al que fuma cualquier cosa”
Barrendero - 57 años

“No estoy de acuerdo porque es como que se habilitaría que todos estuvieran fumando eso”.
Costurera – 44 años

(Nota: De los consultados, sólo uno reconoció haber fumado alguna vez marihuana. Del resto, cuatro personas respondieron rotundamente que  “nunca” o “jamás”). 

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