Son los
problemas que representa la ambigüedad que ofrece la ironía en la
argumentación. Hablo de un texto publicado por Clarín online con el que me
encontré en una red social:
Lo primero que
sentí fue una infinita conmiseración
respecto de ésta y otras discusiones imposibles. Eso, simular responsabilidad
cuando en realidad existe un jactarse de lo que otros le señalan como defecto, también es
soberbia. Es altanería, hondo orgullo de ser precisamente como se dice que es uno,
soplando con displicencia los reproches de quienes cuestionan tal o cual cosa
de esta bendita clase media, clase a la que (de paso) pertenezco y perteneceré
hasta el final de mis días -aunque con probabilidades de bajar la escalera
social más que de subirla.
El
asunto es que en la sutil descripción de la nota de opinión, el dramaturgo que firma la nota no
hace más que desnudar ciertos aspectos mezquinos -reales, aunque sean contados
en tono de delicada humorada por el contrasentido que construye el autor-,
detalles por los que, casualmente, se caracteriza nuestra laya malcriada en el
bluff del progreso y la solidaridad superficial -"disprecio la caridá por
la vergüenza que encierra", decía Don Atahualpa.
Lo peor
es que sé que -por convicción, por crianza, por sentido común y otros motivos- soy un engendro de ambos facciones. Me sé adherente y criticador
de unos y otros, según el punto. Y acaso por eso me permito esta autocrítica.
Una autocrítica simétrica, imposible en un desdoblamiento ciego, un “tenés
razón” hacia ambas tropas de la lid, tan similares justamente por el hermetismo a las responsabilidades que las hermana. Me
siento en algunos puntos tristemente identificado con la postura reaccionaria
por mera supervivencia -no justifico, sólo me reconozco ahí parado- en exacta
proporción con la práctica del enojo que denuncian los detractores de esa insolaridad. Y asimismo me
enfurezco contra los funcionarios y militantes que predican y hacen lo
contrario -no descalifico, señalo esos vastos lunares de la política- así como me
hago cargo de lo que me toca en el paralelismo personal, en medio
de tanto discurseo que no siempre va de la mano con las acciones. Digamos que
en la batalla dialéctica y de las exculpaciones, lo que más me duele es que si algo
o nada se esclarece, para peor, todo lo demás, la desigualdad principalmente,
sigue estando paradojalmente igual.
Sólo
eso. Y un sincero saludo a quienes se detengan, mucho o poco, pero con el
compromiso necesario de reconocerse en esta función especial entre la carencia
y la abundancia. Sobre todo en la búsqueda sincera de razones, de responsabilidades, de despistes, de vicios de cómodo espectador al que otro acostumbra a sacar por él la entrada.
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