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LUGAR COMÚN LA MUERTE

La Morgue Judicial es la radiografía más directa del crecimiento de la violencia urbana en Rosario: este año, promediando abril, se realizaron más de 300 autopsias, con un “aumento excesivo” de los homicidios –casi 80, hasta mediados de marzo-, especialmente en los provocados por armas de fuego. 
En el mítico edificio de 3 de Febrero y Avellaneda, 
basta un recorrido para abordar el tema desde adentro, y reivindicar a quienes cotidianamente buscan dilucidar fatalidades y conviven a diario con la tragedia.

EscribeJoaquín Castellanos | Fotos: Leonardo Vincenti

"Este es el lugar donde los muertos se deleitan ayudando a los vivos", reza una frase adjudicada a Giovanni Battista Morgagni, anatomista italiano pionero en la lectura de los cuerpos sin vida.
Una mañana cualquiera, mientras restos mortales ocupan la fría mesa que lleva el nombre del precursor forense, un coro de fumadores pelea en la vereda contra el tiempo quieto de una repartición pública. Sentadas en el hall, algunas personas también luchan a su manera contra la espera más larga de todas. 
Detrás de una ventanilla que por momentos se abre y se cierra por cortos intervalos, hay un grupo de mujeres que parecen preparadas especialmente para la tarea de atender a los deudos de quienes fueron llegando a la morgue judicial.
“Tratamos siempre de decirle a la gente lo que podemos. No tenemos entrenamiento en psicología ni nada por el estilo. No tenemos ninguna capacitación. La verdad es así: entrás a trabajar y con el correr de la semana se va viendo si funcionás o si no funcionás. Si atendés a la gente, sin problemas, te quedás”, dicen.
El panorama incluye a veces escenas de personas que gritan, que golpea los vidrios,  casos con barrabravas enfurecidos, personas que explotan en agresividad y hasta enfrentamientos que lejos de terminar en la morgue, continúan en la puerta del edificio cuando se cruzan “la familia de uno con la de otro”, señalan.
La consigna parece ser  interactuar “bien y rápido” con quienes golpean la ventanita.
 “La gente que viene acá, llega en el peor momento. Tratamos que todo se haga rápido y de manera efectiva. Uno siente que sirve para algo…”, cuenta una de las señoras que atienden al público en 3 de febrero y Avellaneda.
A la mañana el hall está más concurrido, y en atención al público hay dos empleadas y una practicante. Por la tarde, con mucho menos movimiento de público,  una sola trabajadora es acompañada día por medio por  alguna pasante.
En total,  en la administración trabajan alrededor de 10 personas. El staff se completa con seis médicos forenses, seis técnicos evisceradores; tres peritos fotógrafos (dependientes de la URII) –a cada informe de autopsia lo acompañan  de 15 a 70 imágenes, de acuerdo a la complejidad del caso-, un radiólogo -contratado por el Poder Judicial, porque toma placas en el IML y las revela en el Hospital Carrasco-; una bioquímica que está al frente del laboratorio forense de toxicología; además de otra parte fundamental: un puñado de chicas que limpian el lugar y un solo empleado de mantenimiento para todo el edificio que, dicen, vale por más.
“Se maneja con electricidad, ventilación, hidráulica, calderas, cámara fría, todo”, asevera la directora del IML, y  por si fuera poco “trabaja hasta cuando está de vacaciones”.

TABÚ
“Este es un trabajo como cualquier otro y, además, alguien lo tiene que hacer”, dice el Colo, técnico eviscerador desde hace más de 25 años. Lo dice con nobleza pero sabe que lo solemne y lo trágico de la muerte, culturalmente nos sobrepasa. Aún para los que todos los días trabajan con ella.
“No es fácil. Lo que pasa es que uno mismo tiene que tratar de sobrellevarlo. Está en el día a día, por lo menos para mí. Cuando salgo de acá es como que bajo una persiana y se terminó. Y si llego a mi casa y alguien me pregunta algo relacionado a las cosas de acá, hablo. Si no, no”, sostiene.
Es una condición humana de la que nadie se salva, ni después de mucha experiencia.
“Inevitablemente para mí también fue difícil, a pesar de que yo estaba haciendo cirugía, mi vocación primera. Pero a medida que uno va tomando contacto con esta tarea… tiene tantos ribetes científicos, tantos ribetes de investigación, que  ineludiblemente vamos enfrentándonos con la muerte”, analiza la doctora Cadierno, al frente del IML desde mayo pasado pero con una carrera como forense de más de 20 años.
“Yo digo que los que estamos acá somos privilegiados. Sobre todo los occidentales, le escapamos a la idea, al concepto de la muerte. Lo negamos, lo desplazamos, lo eludimos. Y podría decir que con mi larga experiencia todavía tenía temor, aprensión al cadáver. Pero con la evolución, con la lectura, digamos que uno va acomodándose, aproximándose un poco a la forma de pensar que es más de Oriente sobre la muerte: que es parte de la vida aunque no tenga lógica aparente. Yo creo en Dios, y creo que la muerte es equilibrio y que nos lleva a revalorizar las cosas mínimas, a valorar el momento. A, como dice el dicho, disfrutar como si me fuera a morir mañana, y vivir como si fuera a ser eterno”, indica.

TIEMPOS VIOLENTOS
“Nosotros hemos sido testigos del aumento excesivo de casos de muertes violentas: desde hace ya varios años preponderan los homicidios y crece el número de fallecidos por arma de fuego, lo que implica autopsias muy complejas. Se han ido invirtiendo los porcentajes de muertes por causa dolosa en relación con las muertes naturales, y también la tasa de suicidios es elevada”.
Las palabras de Alicia Cadierno, directora del Instituto Médico Legal (IML) dependiente del Poder Judicial provincial, hablan con absoluta certeza del panorama social alrededor de la violencia urbana que envuelve a la ciudad.
En 2014, promediando abril, ya se realizaron más de 300 autopsias, cifra que incluye entre esos casos a los casi 80 homicidios ocurridos en Rosario y alrededores, en los primeros tres meses del año.
Pero del mismo Instituto Médico Legal –aunque de una oficina policial que comparte el edificio-  surge otro dato preocupante: el tipo de muerte con mayor incremento es la que se produce como consecuencia del uso de arma de fuego. Desde la sección Balísitica de la URII confirman que, más allá de lo relacionado con los homicidios, a juzgar por el ingreso total de armas secuestradas en procedimientos policiales, el número se ha multiplicado en los últimos cuatro años, y se dispara anualmente.
“El incremento pericial en balística también habla de un accionar uniformado en diversos hechos, más allá de los homicidios: toda arma que ingresa acá, pertenece a procedimientos policiales, independientemente de los casos fatales”, explica el comisario principal Gustavo Colombo, titular del área.
El dato, aunque sin cuantifación precisa debido a la permanente fluctuación, está en línea con otro que se desprende de un reciente informe de la Secretaría de Salud Pública municipal sobre casos de 2013: el 80% de víctimas de homicidios responde a lesiones letales con armas de fuego.
Las pruebas médicas y biológicas de toda investigación de lo que ocurre en los departamentos Rosario, San Lorenzo, Constitución y Cañada de Gómez, salen de ese edificio detenido en el tiempo en una esquina de barrio Echesortu.

DONDE NADIE QUIERE IR 
Antes de 1986 –año en que se creó el Instituto Médico Legal-, las autopsias judiciales de la ciudad se realizaban detrás del cementerio El Salvador, adonde estaba la morgue. Parte de la administración y registro funcionaba allí, y parte en Tribunales provinciales. “Las muestras se llevaban en un valijita a la Jefatura… era todo muy artesanal, porque no había infraestructura suficiente”, rememora Cadierno.
El edificio del IML, de 3 de Febrero y Avellaneda, fue en su momento moderno, y se anunció como algo “de avanzada”, construido en  terrenos municipales cedidos a la Corte provincial.
“El diseño arquitectónico que se tuvo en cuenta fue el del Instituto Noguchi, de Los Ángeles, adonde se filmó la exitosa serie de TV "Quincy", -protagonizada por Jack Klugman en la piel de un médico forense-, de la que nosotros éramos hinchas”, señala la directora. 
Pasaron casi tres décadas y ni la ciudad ni el mundo es el mismo, aunque algunos reparan en cierta desatención al sentido común que debería ser común a todos los tiempos.
“Fijáte –dice un empleado entre risas y lamentos-, la puerta de la sala de autopsia está  enfrentada a la puerta de la cocina, cuando muchos de nosotros comemos acá… uno lo naturaliza pero no es agradable para nada”.
La planta baja contiene un circuito históricamente establecido para el ingreso, estudio y salida de los cuerpos, además de la administración, otros despachos y la sala de autopsias. En el primer piso, en tanto, comparten espacio dependencias del Poder Judicial y del Ministerio de Seguridad: hay laboratorios y oficinas tanto del propio instituto como de algunas secciones policiales de la URII -balìstica, scopometría, photo fit, reconstrucción integral, entre otros.


Diariamente, se lleva un registro de cada cuerpo que llega al lugar -además de homicidios, suicidios, accidentes de tránsito y muertes de causa dudosa-, todo en un libro de actas y en el sistema informático. A propósito, "hay dos salas llenas de archivo", indican. Una especie de memoria documental de la muerte en la ciudad atendida por la Justicia: actas con hasta 50 años de antigüedad y libros completos  desde el ’95, en papel; y material digital  desde 2006 en adelante.
“No se ha tirado nada”, dice alguien, sacando pecho y levantando la frente.

COLAPSO NO ES LA PALABRA”
“Puede haber una autopsia a la mañana como puede haber siete. Pero lo cierto es que cuando hace cuatro años se hacía una por día, ahora el número de necropsias diarias se cuadriplicó”, dice alguien que conoce como nadie el ritmo que lleva cotidianamente la mesa de Morgagni.
“Convengamos que es mucho el trabajo que se hace y la verdad que en esto, en la nota que brindó la directora a varios medios, cayó bien en la Corte porque fue algo sincero…”, señala Lucas Kuverling, una espacie de secretario –“aunque ese cargo no existe”, aclara- que se ocupa de organizar todo en el IML y resuelve desde la agenda de reuniones con autoridades ministeriales hasta el abastecimiento de bolsas para los cestos de la basura.
Es que el ojo de los medios se posó a comienzos de marzo en la Morgue Judicial a partir de una entrevista en la que su titular  habló públicamente de “un súbito aumento de casos de homicidios dolosos en los últimos años y las dificultades que eso representa para la  investigación”, si se considera además que a la aplicación del nuevo y presuroso  sistema procesal penal desde el 10 de febrero, un cuerpo forense de apenas seis médicos deben atender los requerimientos de los fiscales y los de los juzgados del sistema anterior.  
“Aquí se cumplen las tareas mañana y tarde, de lunes a lunes. El servicio es permanente, y los dos turnos se cubren sábados, domingos y feriados, de contínuo…-señala Cadierno, y aclara que los médicos a su cargo además de realizar autopsias hacen visitas (las gestiones que se realizan afuera del instituto: ir a la cárcel, a domicilio, a hospitales, constataciones, juicios por mala praxis, etc); y detalla razones y preocupaciones de un desborde lógico.
“Es cierto que con el nuevo sistema procesal penal se complejizó nuestro trabajo.
Y por suerte para la Justicia, es porque se exige científicamente dar testimonio de cuanto uno ha hecho con el material que reserva en el juicio. No hay un colapso para nada, esa no es la palabra, pero hay que pensar que dentro de poco tiempo se van a producir esas otras instancias de los juicios orales y entonces los forenses vamos a tener que participar en con nuestro testimonio en la sala de audiencias”, sentenció la directora.
Por lo respecta al Ministerio Público de la Acusación y al contexto de los tiempos y los hechos actuales de violencia, “inexorablemente vamos a requerir pronto de un mayor número de forenses”, señala.

(ABRIL, 2014 - Revista Rosario Express, n° 114.-)

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