Escribe: Joaquín Castellanos / Fotos: Sebastián Granata
"MASCHERANO Y 10 MÁS"
Cuando Diego Maradona asumió
como entrenador de la Selección, en 2009, sin reparar en la corta edad del
aguerrido mediocampista, lo designó como su capitán y, fiel a su estilo, plasmó
una frase contundente que ahora, casi seis años después, retumba: “la Selección
es Mascherano y diez más”.
Salido
de la boca del 10, podía parecer una exageración, pero basta repasar sus actuaciones con la celeste y blanca en
los últimos diez años para no dudar ni un instante de ese concepto.
Aun
antes de debutar en primera división con la camiseta de River, Marcelo Bielsa
lo puso de titular cuando tenía 19 años, y no era ni suplente en su club. Fue
en 2003, en un amistoso contra Uruguay, en ocasión de la inauguración del
Estadio Único de La Plata.
Desde
entonces es el volante central indiscutido de Argentina que, por si fuera poco,
se luce en el Barcelona tirado atrás, como zaguero impasable.
Con la camiseta de la
Selección jugó tres
Mundiales (Alemania 2006, Sudáfrica 2010 y Brasil 2014), siendo capitán con Maradona y con Batista como entrenadores,
hasta que Sabella designó a Messi. Aún así, nunca dejó de ser líder
indiscutido.
Es el único jugador
argentino que obtuvo dos medallas de oro olímpicas (Atenas 2004 y Beijing
2008).
Curriculum suficiente. Pero
por si quedara alguna duda, hay una frase de uno de nuestros más lúcidos
comentaristas de fútbol contemporáneo que refuerza la idea del legado: “Un
gladiador romano al lado de Mascherano es como un teletubbie”, dicho por Román Iutch mucho antes del furor reciente aunque ya preso en la pasión que
genera la entrega del 5.
VISITA FANTASMA
Estuvo en San
Lorenzo pero no estuvo en ningún lado.
“Lo secuestraron los amigos para
disfrutarlo un rato”, bromeaban en la casa paterna del barrio Alem, en el norte
sanlorencino. El domicilio se convirtió en una especie de santuario al que
todos se acercaron en procesión, y como suele ocurrir en todos los cultos, el
adorado no se encuentra precisamente en esos sitios sino que suele estar en
otra parte.
La
herida alemana todavía estaba abierta, pero el calmante era el orgullo de haber
estado a la altura de las circunstancias. Y la calma transcurría latente, en ese
puñado de días en que el héroe del Mundial pasó fugaz por su ciudad natal. El
tiempo suficiente entre el regreso al país y las merecidas vacaciones
familiares, para recibir la esperable distinción municipal y disfrutar brevemente
de los afectos.
La
puerta de entrada estuvo abierta de par en par por varios días. En la calle,
como en el teléfono (que los moradores descolgaron para no enloquecer) siempre
hubo alguien. Apoyado entre el sofá y el umbral lucía un cartel de papel afiche
con un mensaje de agradecimiento, en una técnica de bolitas de papel crepe
marcando las letras sobre trazos de fibrón.
Una
pava arrimada a la hornalla en fuego mínimo, como para mantener el agua para
que el mate cambiara la montura varias veces. Arriba de una silla, una montaña
de camisetas de la Selección, de todos los celestes y de todos los blancos
imaginables. La mayoría, chiquitas: de hijos, sobrinos y nietos de vecinos o
amigos o desconocidos, esperando para que el ídolo las firme.
CASA NATAL
El
chalecito es el mismo de siempre, el que alberga a los Mascherano desde hace 32
años, donde Chiche y Oscar criaron a Javier y a sus hermanos mayores, Sebastián
y Natalia. La misma casa donde se palpitó año a año por televisión casi todos
los compromisos deportivos del nene,
y donde ahora, a su manera, el matrimonio de sesentañeros se refugió de la onda
expansiva del fenómeno mundialista.
El hombre cano, cansado pero feliz,
se acomoda en el sillón como quien va a abrir un cofre imaginario. Y lo abre.
NACE UN LEÓN
El
tipo se había plantado: al ver los casi 300 postulantes que inundaban la cancha
para la prueba, decidió que ni siquiera se bajaría del auto. Y no se bajó.
“Mirá todos los que son, papá. No me van a ver ni un
minuto…”, le dijo al padre, como invitándolo a evaluar seriamente la situación.
Tenía
13 años. Y un temperamento especial.
“Siempre perdíamos… era muy
triste, pero no por el resultado, sino por las formas: nunca juntábamos más de
5. Me cansé. Yo dije para pasarla mal, me
quedo en el barrio jugando con mis amigos”, se lo escucha decir en una
entrevista al propio volante central de la Selección, a propósito de aquel
momento.
“Cuando se inclinó por
Renato Cesarini fue porque lo decidió él”, dice el papá de la criatura, además
su
Director Técnico en el paso del baby
a cancha de 11: él decidió que jugara de 5, porque antes había sido delantero.
“Tenía
condiciones para jugar arriba, porque era ligerito y encarador. Pero Javi
sobresalía por la garra, la tenacidad, la sed de triunfo. Y un liderazgo nato.
Aunque fuera mi hijo, yo tenía que actuar como director técnico. Y pensar en el
bien del equipo. Por eso lo puse de 5”, se acuerda quien entonces repartía el
tiempo entre su empleo en la famosa petroquímica, y los torneos, adonde más de
una vez llegó con lo justo y en borceguíes de trabajo, a dirigir.
NI NEWELL´S NI CENTRAL
Oscar Mascherano cuenta que
“Central estaba detrás de él”, pero al propio futbolista no le gustaba “cómo se
manejaban ciertas cosas del fútbol infantil”. Y los primos del parque Independencia “también le habían echado el
ojo” al mediocampista central de la estelar categoría ‘84 de Defensores Barrio
Vila, que recién arrancaba a jugar en cancha grande y ya ganaba torneos en toda
la región.
“En Newell’s estaba Puppo en
inferiores, y en San Lorenzo había un abogado que estaba al frente de una
filial leprosa. Un día me mandó a llamar y yo me asusté, porque sabía que el
hombre tenía un estudio jurídico…”, recuerda entre risas Oscar. “Era porque quería que lo lleváramos a Javier
a Bella Vista. Pero Javier no quería saber nada. Llegamos a la puerta de Bella
Vista y no se quiso bajar del auto. Me hizo mirar para adentro de la cancha:
había 300 cabecitas de nenes amontonados. Tenía razón…”, reconoce Oscar.
“El
primer año de la secundaria, lo hizo en San Lorenzo de manera normal.
En
segundo, ya empezó a jugar en Renato Cesarini, así que salía del colegio y se
iba a entrenar a Rosario. Se iba a la escuela con la mochila de la práctica, yo
le llevaba un sándwich o algo para comer, y él me daba las carpetas, o las
mandaba con alguno de sus compañeritos. Volvía a las 9 de la noche. Era mucho
sacrificio”, recuerda Chiche, con la evocación que sólo una madre puede hacer
de los esfuerzos de su hijo.
APARECIÓ MARCELO BIELSA
“El
Indio Solari no lo quería perder. Lo mezquinaba. Así que se lo mandó a River
pero no con otros chicos, como se estilaba, que iba toda una categoría o por
grupos. No. Lo mandó solo, con un tipo que lo acompañara”, rememora Oscar.
“En
River le hacen una prueba pero lo ponen con chicos más grandes por un error.
Eran categoría ‘81 –tres años más grandes– y recién entró en el partido un rato
antes de que terminara. “Yo ya me quería
venir a casa, pá, me dijo”, rememora.
Pese
a varias convocatorias de los seleccionados juveniles, en River casi no tenía
oportunidades. Lo esperaría otro tirón de sacrificios, aguante y entrega
absoluta: no sólo jugaría en la reserva del club de Núñez, sino que practicaría
lejos del primer equipo. Hasta que llegó la mano de Marcelo “El Loco” Bielsa
para ir dulcemente contra la corriente: a los 19 años, aún sin lugar en su
club, Mascherano es convocado por el DT de la Selección para jugar de titular
en un amistoso. Desde entonces, nació un intenso romance con la celeste y
blanca del que nadie se convence que éste sea el capítulo final.
No
son pocos los que hacen cálculos, sabiendo que el jugador del Barsa tiene 30
recién cumplidos, que el Mundial de Rusia será en 2018, y que un atleta de alta
competencia, a los 34 años todavía puede estar en carrera.
La llama se encendió del todo en Brasil, y el romance popular recién empieza con el
mejor pronóstico: la entrega absoluta nos devolvió el poder disfrutar del
combinado nacional, y hasta consiguió extinguir hasta lo impensado nuestro
exitismo. Mascherano habla como juega. Preciso, firme, contundente. Y es uno de
los responsables de este asunto.
“Ojalá que lo hecho por el
grupo sirva para saber que estamos yendo por un buen camino y que nada de esto
fue un espejismo. La Copa América va a ser fundamental para eso”, deseó en voz
alta el Jefe, en declaraciones radiales. Un nuevo escalón está por empezar. Esperamos
que sea hacia arriba.
(fragmentos de la nota que forma parte del N° 118 de agosto de 2014 de Rosario Express)
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