Hay un lugar en el que, armónicos y eternos, conviven Jorge Luis Borges
y Rodolfo Walsh; Atahualpa Yupanqui y Orson Welles; Dominic Miller y el
“Mono” Villegas; la obra de Gaudí y los internados del Borda. Ese
lugar es Revisitando los Sesenta, del rosarino Ronald Shakespear. Un libro de
poesías escritas con una máquina de sacar fotos.
Hace más de 50 años su versión inicial se llamó Caras y Caritas: un compendio de retratos en blanco y negro tomados por el prestigioso diseñador rosarino Ronald Shakespear entre 1961 y 1967; una especie extinguida desde hace años, inconseguible hasta en librerías de viejo. Ahora, con tres veces la cantidad de fotos de su edición original, se está preparando su relanzamiento bajo el nombre de Revisitando los Sesenta.
Debajo de
su mano el globo terráqueo representa más que nunca al mundo. Borges apunta la
mirada imposible hacia ningún lado ante esa esfera menor indomesticable pero
rendida en su palma.
El prólogo de Frascara refuerza el concepto desnudando el contexto mítico de aquellos días: “los ’60 fueron años de salir a explorar los límites de lo posible. En ese contexto sale Ronald con su cámara a documentar el momento fugaz. Sus modelos no posan, pasan. Ni siquiera parecen notar la presencia del fotógrafo que está ahí, con ojo caravaggiesco esperando el momento mágico en que la luz, la sombra y el personaje confluyan para potenciar la imagen: la vida, en toda su intensidad”
Otra foto: los lentes de bordes gruesos cruzando la patilla que enmarca la sonrisa de dientes apretados.
_ Supongo
que llegué a hacerlo por la simple casualidad. Jorge Alvarez -aquel de la calle
Talcahuano- inventó el libro y lo bautizó: editó Cara y Caritas en
1967 y está largamente agotado. Tenía alrededor de 30 retratos en blanco y
negro -en esta reedición hay el triple de fotos muchas en color-; y por casualidad
llegué también después al Parco dei Mostri, Bomarzo, en Viterbo, donde tomé
fotos de los monstruos escultóricos. Es hermoso perderse allí como lo es
también en Venecia donde hice los retratos de unas hermosas chicas ligeras
de ropas que aparecen en Revisitando. También hay fotos hechas en
Salvador de Bahia, y de la obra de Gaudí en Barcelona, como igualmente se
pueden encontrar trabajos en la Gran Muralla China y en Costa de Marfil, o las
fotos del (Hospital Neuropsiquiátrico) Borda que hice para la película Pajarito
Gómez de Rodolfo Kuhn en la que trabajaban Héctor Pellegrini y Nacha
Guevara, con guión de Paco Urondo. Las imágenes de los internados del
Borda son un hito emocionante y descarnado de Revisitando.
Escribe: Joaquín Castellanos
Fotos: Ronald Shakespear
"Las
fotos son fuertes, y los personajes también. Era un momento heroico esos años
’60. No sé qué había en el ambiente ¿tal vez nuestra juventud? –se pregunta el
destacado diseñador gráfico Jorge Frascara, en uno de los prólogos del libro,
donde añade-; había algo más, algo que impulsaba a la gente en el mundo
occidental a romper barreras, a hablar claro, a inventar la propia vida”.
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Hace más de 50 años su versión inicial se llamó Caras y Caritas: un compendio de retratos en blanco y negro tomados por el prestigioso diseñador rosarino Ronald Shakespear entre 1961 y 1967; una especie extinguida desde hace años, inconseguible hasta en librerías de viejo. Ahora, con tres veces la cantidad de fotos de su edición original, se está preparando su relanzamiento bajo el nombre de Revisitando los Sesenta.
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Es apenas
un instante del año 1963.
“Pasé una
tarde-noche inolvidable en la vieja Biblioteca Nacional de la calle México y
hablamos de películas que él ya no podía ver. Un privilegio que me regaló la
vida”, dice Shakespear al enlazar su vivencia de aquel momento con el documento
gráfico invaluable.
La mirada
detrás del lente es fidedigna, admiradora, asombrada y cariñosa.
Una
lámpara brilla espamentosa en el fondo pero el que encandila es el taciturno y
eterno escritor argentino y universal.
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_ ¿Qué
representa para usted Revisitando los Sesenta?
_ Antes
que nada la nostalgia de los sesenta y luego un momento personal de gran
libertad productiva. Hago diseño hace más de medio siglo pero las fotos de
Revisitando los Sesenta son y han sido mi libertad. Nunca he pensado que
mis fotografías tenían algo de valor. Pero han sobrevivido al tiempo al
convertirse en documentos de una era que merece ser rescatada. Los Sesenta
fueron mágicos. Fue el tiempo de los Avedon, Francis Bacon, los Beatles, los
Rolling Stone pero también de Rodolfo Walsh, el Paco Urondo, Dylan
Thomas; el nacimiento de Pentagram de -mi amigo ya fallecido- Alan Fletcher y
tantos más. En los ’60 me casé con la compañera de mi vida Elena -una
acuarelista notable-, y nació nuestro primer hijo, Lorenzo.
Y fue
precisamente Lorenzo, el primogénito, nada más y nada menos, quien hace algunos
años se ocupó de digitalizar los originales analógicos de lo que podría
considerarse su hermano de papel resucitado.
Las
distancias son relativas. Los separa la geografía ilusoria de algunas páginas.
Son dos rostros tan adustos como sencillos y profundos a la vez. A imagen y
semejanza de sus talentos y sus artes.
Son
íconos pero no de una década sino de todo el siglo XX.
“Tomé unos mates dulces con Atahualpa Yupanqui en mi casita de Martínez que me
había dejado mi amigo Luis Puenzo”, cuenta el fotógrafo al que la propia obra
lo hace rebobinar.
Al otro
lado del Atlántico ocurrió el otro encuentro.
“Orson
Welles vivía en Madrid frente a la casa de Perón y me invitó a la Plaza de
Toros –recuerda Shakespear -; me dijo muy al pasar "nunca pidas
permiso, nunca". Esa foto está en mi corazón”.
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“Como
sus proyectos más exitosos con sus hijos Juan y Lorenzo, esos
retratos son gestos simples, pero icónicos en su capacidad de comunicar mucho
dentro de un formato modesto” –anota atinada la escritora y arquitecta Leslie
Wolke en otro prólogo de Revisitando los Sesenta.
Shakespear
desviste su fórmula desde la hechura:
“Hago
fotos por impulso. A veces me salen bastante bien. Otras -muchas- no. Con
aquella Leica hice las mejores -creo- de Caras y Caritas en el
1966. El retrato es quizas el momento más sublime de la fotografía. Es un
contrato de partes, donde se encuentran dos memoriosos que piensan -
ingenuamente - pasar a la posteridad. Lo extraordinario de los retratos es que
no necesitan palabras. Como Jacques-Henri Lartigue, Irving Penn,Henri
Cartier-Bresson, Robert Capa, iluminan la memoria de las personas que
capturaron.
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El prólogo de Frascara refuerza el concepto desnudando el contexto mítico de aquellos días: “los ’60 fueron años de salir a explorar los límites de lo posible. En ese contexto sale Ronald con su cámara a documentar el momento fugaz. Sus modelos no posan, pasan. Ni siquiera parecen notar la presencia del fotógrafo que está ahí, con ojo caravaggiesco esperando el momento mágico en que la luz, la sombra y el personaje confluyan para potenciar la imagen: la vida, en toda su intensidad”
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Otra foto: los lentes de bordes gruesos cruzando la patilla que enmarca la sonrisa de dientes apretados.
“Walsh
era un irlandés de las pampas. Yo, de alguna manera, también. Rodolfo se
paseaba por el español. Fuimos amigos y siempre hablamos de él con Rogelio
García Lupo. Lo vi poco después de que mataron a Vicky, su hija, y me parece
que después de eso estaba buscando reunirse con ella”, suelta Shakespear
mirando la foto que tomó en 1962, año en que con el autor de Operación
Masacre viajaron juntos a Chile.
¿Quién
dijo que una mirada fugaz no puede ser para siempre?
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_ Tengo
entendido que a su padre le gustaba sacar fotos…
_ Papá
era viajante en ese tiempo cuando abandonó Rosario. Sacaba fotos por todo el
país mientras lo recorría en su dignísimo Citroen de dos caballos y
refrigeración a aire. Me regaló mi primera cámara, una Zeiss Icon a fuelle.
Años después tuve mi Leica F3. El arma cargada leal e infalible con la lente
retráctil como la que usaban los espías de la segunda guerra. Se podía guardar
en el bolsillo. Aún la conservo con mis objetos más amados.
_ ¿Cómo
le llegó aquella propuesta de realizar un libro de fotografías y de qué manera
trabajó en él? Por otra parte, ¿qué cosas agrega Revisitando los
Sesenta al contenido original de Caras y Caritas?
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Un
amanecer en el Hipódromo de Palermo, Irineo Leguizamo con la mirada perdida en
la posteridad y su caballo mirando a cámara. Desde debajo de un piano para
atrapar el rictus del trance del Mono Villegas en plena acción. O el espantoso
zarpazo del Golpe en el gesto vencido del presidente derrocado Arturo
Frondizi, -nuestro último estadista-derrumbado en un rincón.
Felisa
Pinto, Rómulo Macció, Manucho Mujica Lainez, Ringo Bonavena, y siguen las
firmas.
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_ ¿Qué
consejo le daría a quienes se quieren dedicar a la fotografía?
_ Saquen
fotos con pasión. Lo demás no importa nada. Y no esperen los premios. Como dijo
un profeta al recibir el Nobel: "los premios no se dan para
premiar al autor. Se dan para premiar al premio". Como un auténtico hombre
renacentista, el fotógrafo de hoy en día convive con los caprichos de la
tecnología digital. De todos modos el universo se encarga de guardar la memoria
del hombre sea cual fuere el procedimiento.
_ En la
actualidad, ¿qué lugar ocupa la fotografía en su día a día?
_ Hoy mi
cámara enfoca los cumpleaños de mis siete nietos. En ningún momento
descanso. Me levanto a las cuatro con el canto de Mozart y leo a Walsh, como
siempre. No me he permitido reposo. Como dijo Franklyn, "ya habrá tiempo
de dormir en el sepulcro". A propósito, acabo de diseñar mi lápida. Dice
sencillamente "Ya está". Sin el nombre del difunto y con la bella
tipografía de los frontispicios de Augusto.
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En su
puerta de entrada al libro, Wolke insiste:
“Hoy
conocemos a Ronald Shakespear como un diseñador con una extensa cartera de
celebrados proyectos de identidad gráfica y ambiental. Pero en la década de
1960, una de sus principales formas de expresión visual era el retrato, cuando
utilizaba la fotografía en blanco y negro para capturar a amigos y celebridades
en momentos de intimidad”.
Hay una
foto que incluye al fotógrafo y su esposa.
Shakeaspear está en
cueros, autorretratado pero de fondo, borroso, detrás de la mirada joven y
clara de su amada Elena Peyron. Está al cobijo de unas gafas oscuras y un cigarrillo
le cuelga de los labios. Tiene 26 años, aunque parece estar gritando su éxito
futuro desde la actitud.
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“Con el
beneficio del tiempo y la amplitud de su carrera como diseñador -advierte
Wolke-, podemos apreciar los hilos que unen a esas fotos con el resto de su
obra”.
Las fotos son marca Shakespear.
Las fotos son marca Shakespear.
“Les
agradezco a todos aquellos que me prestaron su cara”, dice el autor del libro.
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