Más de cien colectivos por hora con dos miniterminales en pleno centro; un
promedio de ocho puestos de ventas ambulantes por cuadra; trescientos metros de
comercios mayoristas con carga y descarga de 8 mil bultos diarios. El estudio
de implementar corredores exclusivos para el servicio público de transporte en
calle San Luis hizo estallar apresuradamente a un grupo de comerciantes y
desnudó la real dimensión del descontrol cotidiano que impera en el popular paseo de compras a cielo abierto en
el corazón de Rosario.
Escribe: Joaquín Castellanos
Fotos: Leonardo Vincenti
Es otro mundo. San Luis está a dos calles de la peatonal Córdoba
pero tiene su propio microclima. Pintoresca y popular, con su estética
deslucida que aturde, transcurre como una cenicienta que lejos de sufrir,
revienta de vida comercial.
La atraviesan más de quince líneas urbanas e interurbanas con afluentes
de hasta cien servicios de transporte de pasajeros por hora. Las dársenas de
las miniterminales de las plazas Sarmiento y Montenegro –separadas por
doscientos cincuenta metros de distancia- están siempre llenas de gente y
colectivos.
Resignados, los taxis son animales de costumbre: si van ocupados andan
pesadamente buscando un resquicio para escapar; si están libres sobrevuelan
furtivos la diestra sin importar quién ni cuántos vienen detrás. Los autos
particulares, después del verde del semáforo, arrancan nerviosos y amontonados
soñando también con la salida de ese frenético río urbano que arrastra por
igual a vehículos y personas. La bocina es la canción favorita.
En el
shopping popular a cielo abierto del microcentro, el caos no es patrimonio
exclusivo del tránsito vehicular. Autos
estacionados, contenedores de basura, kioskos de diarios colmados, atados de
cajas de cartón, bolsas negras de la basura.
En la vereda, debajo de sombrillas y lonas desmontables se ofrecen mates
calados, ungüentos, pilas, medias, bombillas, magiclicks, linternas,
destapadores, bebidas gaseosas, cartas españolas, churros, hilos de coser,
garrapiñadas y hasta una cobertura de servicios médicos y sociales. Gitanas,
canasteros, promotoras y mozos se mezclan con los que van mirando las
vidrieras.
Desde Corrientes y hacia Italia es el territorio de los históricos comercios
mayoristas donde predomina el rubro textil. Antiguamente, una repetición
rabiosa de tiendas, mercerías y casas de confecciones a las que se fueron
agregando jugueterías, casas de quiniela, bares, un banco, perfumerías, alguna
inmobiliaria, edificios de oficinas.
La calma, pese
al perfil polirrubro, no se consigue en ningún negocio del lugar.
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