Al
porteño edificio de la Jabonería de Vieytes, cuartel ideológico de la Revolución de Mayo, lo pasó por arriba la avenida 9 de
Julio, algún día de la década del 60 del siglo pasado. Igual, dicen que, por suerte, las ideas ya no
estaban ahí adentro. Algunos creyeron haberlas sumergido antes para siempre junto a
un abogado apagado misteriosamente en altamar, las presumieron podridas en la lengua deshecha
del "orador de Mayo" o las adivinaron fundidas en los bolsillos vacíos del creador
de la Bandera. Pobres de los vaticinadores profesionales del destino de las buenas causas.
Hoy, a 202 años de la gesta nacional más noble y austera, el mayor homenaje a
Mariano Moreno, Juan José Castelli y Manuel Belgrano es la cabal existencia de
miles de pensadores y laburantes anónimos que se levantan de la cama cada día soñando con la posibilidad de volver cada vez más mayo a los once restantes meses que trae el almanaque.
Siempre
da placer toparse con los desparramados cachitos de aquellas ideas que pueblan
todavía los rincones más inesperados. Tanto como dan risa los
"enjabonados" sepultureros fracasados de la Patria, haciendo su patético show en cualquier lado.
Comentarios
Publicar un comentario