Por Joaquín Castellanos
(Foto: Sebastián Granata) |
Anónimos, espontáneos, impunes y
genuinos. Los abucheos al vicepresidente Amado Boudou fueron protagonistas del
acto, por encima de los festejos y hasta de los discursos políticos. Porque los
propios oradores –primero el intendente de San Lorenzo, Leonardo Raimundo,
después el gobernador Antonio Bonfatti y el propio funcionario nacional-, habían hecho la tarea correctamente: al menos desde
sus alocuciones y a sus modos particulares, las propuestas de los dirigentes
eran homenajear el espíritu
sanmartiniano con el ejemplo, evocando “la unión”, “dejar de lado las
diferencias” y “enfrentar juntos al enemigo común”. Por una vez, los dirigentes
políticos habían guardado las formas en público, pero el público no delante de
ellos.
La crónica de los hechos guarda las
respuestas. Y otro poco se esconde en las interpretaciones ciudadanas y las
prácticas del poder.
¿Santafesinos hartos de los ataques
del kirchnerismo a las autoridades elegidas en la provincia –“narcoescándalo” y
estigmatización mediante? ¿Un indicio
del agotamiento del modelo ? Tal vez. ¿Sentimientos “caceroleros” que vieron en Boudou un blanco fácil? ¿El “Clarín” estridente sonó? Puede ser.
Acaso todo junto, o tal vez nada de
eso. En San Lorenzo,
además, también pesaron otras razones.
PRELUDIO DE SAN
LORENZO
Intendente de San Lorenzo Leonardo Raimundo |
El intendente Raimundo es un
radical que integra el Frente Progresista, reelegido con el 70% de los votos.
No es novedad que no esté primero en la lista de los distritos favorecidos por
la Nación, como tampoco lo es que San Lorenzo sea un lugar
hostil para el kirchnerismo, sobre todo después de los cortocircuitos que
anuncian la proximidad de un año electoral.
Nada justifica los improperios ni
la silbatina ni los abucheos, pero si es necesario buscar otra razón que
explique todo eso, hay un asunto medular que tiene que ver con un resentimiento
local que se disimuló hasta donde se pudo, hasta que estalló.
A la falta de apoyo económico para
la conmemoración histórica, se sumó lo que
tanto funcionarios como vecinos señalan como una calculada falta de voluntad, que mezcla inútilmente las cosas. “Suponete que eso
haga a la política –supo plantear un
dirigente radical-, pero el 3 de Febrero es una cuestión nacional”, se lamentó.
(Foto: Prensa San Lorenzo) |
“Esperábamos que se decretara
feriado trasladable al lunes, para tener una
gran fiesta el domingo por la noche. El proyecto fue aprobado en Diputados pero
no pasó por el Senado, y la idea naufragó –explicaron en San Lorenzo- ; la
bronca es que para el jueves anterior a los festejos,
se instauró el feriado por única vez por los 200 años de la Asamblea
Constitucional del año ‘13. Y -apuntaron indignados-, se reconocieron otras
batallas como las de Salta y de Tucumán, y no se le dio al Combate la dimensión
de lo que significa para nuestra Historia”.
La procesión iba por dentro. Pero
en algún momento explotó.
BANDERA Y
BANDERÍA
El estadio montado sobre el Campo
de la Gloria se había ido llenando varias horas antes del comienzo del acto
central. Para entretener a la gente, bastó inicialmente el ensayo general de
los distintos cuerpos castrenses en el verde suelo como si se tratase del
liviano entretenimiento previo del partido preliminar de reserva en el fútbol.
(Foto: www.lacampora.org) |
Pero hubo un momento en el que las
banderas en las tribunas ya no fueron las celestes y blancas con el sol mudo:
sobre las seis de la tarde, La Cámpora enarboló sus consignas partidarias que
flamearon en cantidad, aunque esta vez en un lugar no muy
privilegiado, a diferencia de lo ocurrido en el Monumento Nacional a la Bandera
hace poco más de un año. Les tocó un rincón lejano, recortados de la bruma del
río en una de las esquinas más cerca de la barranca que del palco de los
oradores.
La reacción en principio fue
moderada pero de a poco, como ocurre en la cancha, inundó los dos costados ya
bastante colmados de multitud.
“¡Que
se vayan!¡Que se vayan!”, fue un cántico que se
fue desparramando por el Campo de la Gloria en alusión a los recién
llegados.
Acaso los amagues de destrezas que
ensayaron los Granaderos no buscaban ser un despiste para devolver los ánimos
al letargo de los momentos previos al acto central. Pero por un rato lo fueron.
SORDO RUIDO
Al vicepresidente lo empezaron a
increpar e insultar en el camino al palco oficial, y las primeras ofensas no
surgieron de señores bocasucias o jóvenes insolemnes: fueron señoras que
dejaron de tomar mate para levantar un dedo acusador y putear cual barrabrava
profundamente entrenado en las artes del maltrato verbal.
(Foto: Sebastián Granata) |
Los oradores apuntaron hacia un
mismo punto: “San Martín dijo que debemos luchar contra todo lo que nos divide
y cuidar todo lo que nos une”, expresó Raimundo; “la potencia que nos daría
tener una estrategia compartida”, deseó Bonfatti; y “esa batalla (…) que nos
permite aquí ver que tenemos un pasado en común y que también estamos construyendo todos juntos un destino común”, señaló Boudou.
Pero nadie reparó en nada de eso.
El aplausómetro premió al anfitrión
radical, aprobó ciertos tramos de lo dicho por el socialista, y no dejó de
insultar, chiflar o abuchear mientras
hablaba el vicepresidente o cada vez que lo mencionaban.
Naufragó el intento del intendente
sanlorencino por frenar los abucheos: “Estamos conmemorando el bicentenario del
Combate. Demostremos a todo el país que acá somos sanmartinianos y patriotas”.
Un tibio aplauso bajó de las tribunas, pero el fragor de los murmullos desaprobatorios
volvió apenas Boudou dio las gracias por el gesto. Sólo restaba que, aturdido por la adversidad, el segundo de Cristina
abandonara el discurso de las comuniones nacionales para increpar al público
que lo abucheaba con una frase desafortunada: “Es
una actitud fascista no escuchar lo que otros tienen para decir”, aludiendo a
Alfonsín de un modo confuso, lo que generó más indignación que remedo.
Cuando ya no quedaban oradores, sin
un mero punto y aparte, la locutora anunció que detrás del palco había un
chiquito perdido. Alguien bromeó que se trataba del mentado ser nacional. Bien
podría haber estado hablando en serio.
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