Por Joaquín Castellanos
"No es quizás la batalla más
importante que se haya hecho en el territorio argentino actual; no tiene una capacidad definitoria como la
batalla de Tucumán o la de Salta, pero sí una
gran carga simbólica, porque le puso freno a
las invasiones de las armadas realistas que desde Montevideo generaban presión
sobre las costas del Plata y remontaban el Paraná para subir hacia el interior
del país. Y es una gran hazaña en
términos de estrategia militar”.
-
San Martín pasó una década liberando a América y más de veinte años sirviendo a
España. ¿Eso era observado con recelo por el poder central, o no tiene alguna implicancia en que lo enviaran a
pelear a San Lorenzo?
Sólo por haber sido el bautismo de
fuego de los Granaderos a Caballo, el Combate de San Lorenzo es hito
fundacional en nuestra Historia: esos soldados de San Martín fueron el núcleo
de los que más tarde cruzarían los Andes y llevarían a cabo la expedición para
librar a Chile y Perú. Los hombres que lucharon en proximidades del Convento
San Carlos constituyeron la primera fuerza patriota entrenada, disciplinada, bien
armada y uniformada, según coinciden la mayoría de los historiadores.
Pero nunca faltaron los
cuestionamientos: se dijo que fue apenas una escaramuza, que duró entre quince
y veinte minutos, que involucró a unos pocos hombres de cada lado.
Y ni hablar de los detalles
laterales más controversiales que tienen que ver con datos biográficos de
Cabral (¿sargento o soldado?), Baigorria y Bermúdez, entre otros protagonistas
de este episodio.
Así lo explica Hernán Brienza,
historiador, politólogo y periodista, autor de El loco Dorrego. El último revolucionario, y de las biografías de
Alfredo Palacios, John William Cooke, Emiliano Zapata y Farabundo Martí, entre
otros.
-
¿Por qué llega San Martín a San Lorenzo?
- Yo creo que hay allí también hay
una explicación política más allá de frenar a los realistas. La ida de Buenos
Aires del entonces coronel San Martín tiene más que ver con sus enfrentamientos
dentro de la Logia Lautaro con Carlos María de Alvear, - quien el 31 de enero
inaugura las sesiones del año ’13-, más que con la necesidad estratégica real
de que los granaderos estuvieran en San Lorenzo en aquel momento.
Hernán Brienza |
- No. Hay una confusión, un error
que se repite en el tiempo y tiene que ver con lo que nos fueron inculcando en
la escuela. Uno está acostumbrado a utilizar términos como españoles y
americanos, cuando en realidad la discusión es entre realistas
y republicanos. Que haya sido alférez o soldado del ejército español no
significa que el combate de San Lorenzo, el cruce de los Andes y la liberación
de Chile y Perú, puedan verse ninguneadas. Porque
además en España, San Martín está muy relacionado con lo que es el ejército
liberal español, que debe combatir a Napoleón,
pero lo hace con contradicciones. Incluso a veces con una serie de contactos
muy interesantes con el liberalismo francés. Pasa con toda la experiencia que
va entre 1908 y 1913, cuando la restauración final del Fernando VII está llena
de contradicciones entre el liberalismo español y el absolutismo. Porque el
regreso del rey pareció en un principio que venía de la mano de una monarquía
constitucional; sin embargo su regreso es
absolutista, y quizás por eso muchos
de los liberales que estaban combatiendo a las órdenes de España, vienen a estas costas a continuar la revolución
política que intentaban protagonizar en Europa. Además, que en aquel momento no había argentinidad, había americanismo.
San Martín, Bolívar, Belgrano o Dorrego, hablan de
América, se sienten republicanos americanos, y creo que ese es el verdadero
trasfondo político que hay detrás de esto.
-
Se habla de sacar del bronce o del mármol a los próceres, pero también existe un proceso que tira del pedestal
principalmente a los historiadores.
- Hay como dos operaciones
políticas o culturales que desarticular. Primero,
convertir a un hombre común en prócer y ponerlo en el mármol, conlleva quitarle complejidad a la persona. Con esa
maniobra también puede despolitizarlo: quitarle las contradicciones, quitarle
las ideas. Y con San Martín ocurre que es un prócer militar pero no es, según
nos mostraron, un prócer político. Y la segunda operación cultural tiene que
ver con convertir en mármol o en bronce a la propia Historia y, con ella, la
voz del historiador, impidiendo que cualquier “ñato” pueda a dedicarse a
revisar el pasado colectivo… O sea que la Historia quede para los hombres de
mármol en las academias es tan negativo como convertir en bronce a los hombres
que hicieron la Historia.
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