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PADRE NUESTRO QUE ESTABAS EN EL BRONCE


Por Joaquín Castellanos

Parafraseando al poeta Belisario Roldán,  tras los festejos del Bicentenario del Combate de San Lorenzo se puede hablar de una doble liberación –una literal y otra simbólica- de la figura de San Martín del metal con el que se hacían antes las estatuas. 

Monumento al Libertador en el Paseo del Bocentenario, en San Lorenzo
En primer lugar, a partir del monumento recientemente inaugurado en el Paseo del Bicentenario: un Libertador a escala real, hecho en fibra de vidrio y resina epoxi por el artista plástico Fernando Pugliese.
“Los conceptos en cuestiones de escultura han cambiado”, explicó Iván Ludueña, secretario de Gobierno y Cultura de San Lorenzo, como si hiciera falta justificar la elección del autor del parque temático “Tierra Santa”, del proyecto “Tierra Patria” y de las estatuas de Olmedo y Portales como Álvarez y Borges, en Buenos Aires, para homenajear a San Martín. “El material es un poco más consistente que el de las estructuras de las embarcaciones. Es liviano, hueco, pero con una resistencia prácticamente antivandálica”, agregó el funcionario.
El General sobre su corcel con el sable marcando un  punto indefinido en el frente, vino a saldar una antigua deuda insólita: en el mismísimo lugar en el que casi muere por quedar aprisionado por su caballo desplomado, no había hasta ahora una estatua ecuestre de San Martín.

Roberto Colimodio Galloso y Julio Romay, autores del libro
Otro hecho auspicioso para la humanización del prócer y de su entorno, es la aparición del libro “Soldados de San Martín en San Lorenzo”, de Roberto Colimodio Galloso y Julio Romay, dos apasionados del Combate que consiguieron hacer una investigación exhaustiva, indagando en la letra chica de la Historia. Biografías, datos nuevos sobre hechos y aspectos descartados por los relatos conocidos sobre el episodio, y un trabajo genealógico que recorre la descendencia de un grupo de jóvenes de la zona, que se ofrecieron  como voluntarios en 1813: Nazario Palacios, Manuel de Isasa, Felisardo Piñero, Pablo y Alfonso Rodrigáñez;  o el Oficial Voluntario Capitán de Artillería Julián Corbera, quien  participó del Combate, y antes también de las invasiones inglesas de 1806 y 1807, y en varias batallas contra los artiguistas y que, según la investigación, una calle en San Lorenzo le rinde homenaje, aunque su apellido está mal escrito y en los carteles dice Cervera
“Pareciera que no hay cosas nuevas para decir, además de que todo lo dicho es  controvertido –sostuvo Romay, y prosiguió-: nos ocupamos de intentar echar luz sobre aquellos que estaban en un segundo plano o, como decimos en el libro, los que no están en el bronce de la Historia”.
Con la rigurosidad que demanda el oficio pero definitivamente otra manera de asomarse a la Historia, desde otro lugar.
“Había un enfoque realista, con diferencias entre autores, todo tenía un molde. Había trazo grueso, y el resto no había sido abordado nunca. Desde Mitre, todos abrevaron en la misma fuente y hasta cometieron los mismos errores, y a muchos les ha dado por  una pluma demasiado florida, tanto que terminaron por inventar…”, suelta Colimodio Galloso. 

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