Ir al contenido principal

¡UN APLAUSO PARA EL ASADOR!



Escribe: Joaquín Castellanos
Fotos: Leo Vincenti 
  V&R Editoras

En una aparte del bar del hotel ya están dispuestos en la mesa los individuales, los cubiertos y esa atmósfera casi palpable de aromas que gritan que es la hora del almuerzo. Por un ventanal se lo ve en la terraza, levemente recostado en un sillón blanco: la mirada gris le subraya el sombrero panamá por el que a los lados se le escapa una melena entrecana de poeta; lo abraza una chalina con un motivo floreado; trae una chaqueta marrón y sutil sobre una camisa a rayas rosada, jean y zapatillas. Es el inconfundible estilo de Francis Mallmann.

_ La cocina se transformó hace ya unos años en un género televisivo. Su carrera su fue desarrollando a la par de ese fenómeno, ¿cómo ve ese recorrido y qué piensa de la cocina televisada?
_ Este año creo que cumplo 31 años de televisión… y la televisión ha sido para mí una herramienta muy importante para poder contar qué es lo que me gusta, cómo cocino, experiencias, historias. Hay que pensar que la cocina tiene mucho que ver con el arte, con la cultura, con la música… y para mí a lo largo de todos estos años ha sido un espacio muy importante para poder desarrollarme y mostrar lo que hago.
Su visita a Rosario tiene que ver con la presentación de su nuevo libro. Se llama "Tierra de Fuegos” (V&R Editoras, 2012) y ya vendió más de 60 mil ejemplares. Es una especie de continuación del best seller  “Siete Fuegos” (2010) -premiado como el Mejor Libro de Parrilla del Mundo, publicado en español, en inglés y en portugués-, un compendio de recetas en siete técnicas que resume el fortuito giro que el chef dio a su particular modo de cocinar y entender la cocina. 
“Yo tengo una formación clásica francesa; trabajé y me formé allá, pero fue más de grande, cuando tenía 40 años, que empecé a buscar una voz propia y me di cuenta que tenía como un residuo o algo adentro mío, de mi niñez en la Patagonia. Algo muy fuerte relacionado con el fuego, y ahí comencé a investigar no sólo la cocina patagónica sino la cocina argentina en general, tanto del norte como de la Mesopotamia, y de las pampas, y la cocina cuyana… Y empecé a rescatar estas tendencias que uso en mis libros que son estas siete técnicas de fuego que me encantan”, explica Mallmann.
  Ese cambio de rumbo potenció no sólo su prestigio sino su popularidad. Desde su regreso a la televisión en 2006, el cocinero sorprendió tras siete años de ausencia en la pantalla. Ya no era aquel típico chef de impecable chaqueta cruzada con repasador impoluto al cinto, confundido entre los objetos de un decorado minimalista. Era ahora un bon vivant irreverente al que el set y la cocina le habían quedado chicos; un cocinero como los de la vida real que necesitaba de la intemperie para que la televisión atrapara su arte y ya no al revés.


LA IRREVERENCIA, ESE CONDIMENTO
El subtítulo del nuevo libro es “mi cocina irreverente”. Y es más que justificado. Mallmann se caracteriza por haberse inventado y reinventado a sí mismo, siempre desde un mandato de desobediencia e informalidad pero también con rigor: “ante todo, la libertad”, dice.
Reconoce que fue esa búsqueda permanente de placer y bienestar lo que lo llevó en principio a comunicar su pasión por cocinar y, luego, su paso de aquella cocina “sofisticada y arrogante” a “la simplicidad de las cosas nobles y muy nuestras” elaboradas en escenarios naturales. 

_ ¿Cuándo descubrió que la cocina era lo suyo?
_ Mi primer restaurant lo abrí cuando tenía 18 años en Bariloche con algunas herramientas e ideas medio familiares como recetas… Después de unos años me di cuenta que la aquello realmente me gustaba mucho y me fui a vivir a Francia que en ese momento era un poco La Meca de la cocina del mundo, y me pasé varios años allá, trabajando con muchos de los buenos cocineros de la época y así empecé a formarme.
_ Y hasta ese momento ¿quién era ese muchacho de 18 años que puso aquel restaurante?
_ Yo venía de vivir un tiempo en California. Me gustaba mucho la música, el movimiento hippie… Elegí la libertad como principal camino de mi vida, en esa libertad veía un espacio importante para hacer cosas. No sé si me imaginaba a los 18 a lo que iba a llegar. Sí creo que uno de los referentes fue la música de los 60 que me influyó mucho, y bueno, ellos también eligieron esa libertad, esa irreverencia con la vida, con todo lo establecido”, cuenta.
En la introducción a “Tierra de Fuegos” hay señales inequívocas: “mis pantalones rosados con rayas y mi camisa de flores estaban en la misma silla que el saco y la corbata bordeaux de felpa del colegio. Pero mi uniforme era el otro: el que se asentaba en mi alma de acordes, en los pelos largos y las botas. Los Beatles, la Era de Acuario, Jimi Hendrix, Black Sabbath, Bob Dylan con su guitarrita, bramando en sangres poesías y protesta con Joan Báez”, escribe.
El fuego no sólo es esa lengua anaranjada que cuece los alimentos.


Con la formación técnica o académica sola no alcanza, parece decir. Hay que buscar también siempre ese otro aprendizaje apasionado del que ninguna escuela garantiza la enseñanza.
Creo que en la vida existen muchos caminos para hacer cosas, y a veces se hace tanto hincapié en que el único camino es el estudio y la escuela y las universidades… Y yo creo que sí, es muy bueno estudiar, es algo que les aconsejo a todos, a mis hijos también. Pero creo que puede haber otros caminos en la vida más autodidactas para encontrar una forma de sostenerse, de trabajar y de hacer cosas lindas. Las reglas sobre cómo debemos formarnos están escritas en la memoria del tiempo y a veces, al intentar quebrantarlas, podemos encontrar, como encontré yo, un oficio”, señala.



            “A veces cuando un periodista me pregunta: ¿y por qué el fuego?, cierro los ojos y pasa por mi memoria aquella niñez de faldeos, lagos, nieves y soles que acunaron mi alma entre los distantes abrazos de quienes derramaban el fecundo y hermoso sentir montañés”, escribió Mallmann.
En la memoria sentimental del cocinero hay una vara de ñire que revuelve una olla de 100 litros con tallarines para una legión de veinte hambres voraces en pleno campamento. Son ingredientes que no figuran en la receta, pero están.


(Este post es parte de la nota publicada en el número aniversario de la revista Rosario Express que a partir del 7 de noviembre estará en los kioskos)

Comentarios

Entradas populares de este blog

PREHISTORIA DE "EL PULGA" Y "EL FIDEO"

El abrazo que se repite entre Messi y Di María es una postal de goles argentinos importantes pero además representa el triunfo de dos chicos de barrio. Dos historias de vida que resumen "el sueño (cumplido) del pibe" que en los arrabales argentinos nunca se deja de soñar. Como en la final de los juegos olímpicos de Beijing 2008, Messi y Di María -dos pibes humildes, de barrio- dejaron su marca en otro pasaje trascendental de la Selección. El festejo no es solo por el gol. Otra vez, de los pies de un  leproso  empedernido y un  canalla  irreversible llegó el grito aliciente de un país que se paraliza para despistar su destino atendiendo con pasión los devenires de la Selección nacional de fútbol en el Mundial. A dos minutos de los penales, la SRL (Sociedad de Rosarinidad Liberada) ejerce de oficio y como en 2008, para obtener el oro del fútbol juvenil en Beijing, irrumpe con la explosión y el inigualable control de pelota del nieto de la almacenera del barrio La Bajad

EL CORAZÓN EN LOS PUÑOS

Escribe: Joaquín Castellanos Fotos: Leonardo Vincenti “El boxeo es una actividad cruel. Es arriesgar tu vida cuando subís a un ring si no estás bien físicamente. Pero es también un elemento que te puede marcar. Porque el boxeo, en definitiva, es caerse, levantarse, presentar lucha, esquivar.  Cosas que hacés en la vida. Mecanismos defensivos para afrontar un problema”. Detrás de un pocillo de café, Néstor Giuria ensaya una definición del deporte que alguna vez fuera uno de los más populares del país y, a su vez, siempre cuestionado por los que ven en la disciplina solamente un acto de violencia. El hombre sabe de lo que habla. Su carrera periodística se ató al ring para siempre desde que un día, trabajando para el diario Crónica, lo mandaron al Luna Park. Más tarde, ya radicado en Rosario, desde 1977 fue el relator de las peleas por Canal 5 durante 18 años. Es palabra autorizada para abrir la puerta a aquella y esta reciente historia del box como una actividad que suf

HABÍA UNA VEZ UNA HORMIGA

Escribe: Joaquín Castellanos Fotos: Leonardo Vincenti Una nena y un perro en la vereda. Los libros se escapan por la ventana. Una casa de antes, con las aberturas y el techo altos. Las inscripciones deliberadas en la fachada se confunden con las marcas clandestinas en aerosol. Un cartel en la puerta dice “Biblioteca Popular Pocho Lepratti. Fundada el 18-10-2002”. La silueta del militante social alado sobre ruedas y, por supuesto, hormigas: gigantes, obreras, obstinadas; muchas hormigas  caminando por las paredes.             María de los Ángeles mira hacia adentro. “¿No sabe si hay alguien?”, interroga la nena. Tiene ocho años, y recibir una pregunta como respuesta la pone en guardia: advierte que su abuela le dijo “que no hable con extraños”. El perro mira silencioso y antes que nadie escucha los pasos que llegan desde el interior. Un hombre de anteojos saluda e invita a pasar. Se llama Carlos Núñez, es el presidente de la institución y ofic